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El mito de Hayek | The Hayek Myth

Based upon a previous translation of Dante Bayona, Oscar Grau has provided a revised and annotated edition of Hoppe’s speech The Hayek Myth (PFS 2012). The notes were added according to the essay F.A. Hayek on Government and Social Evolution: A Critique. Spanish subtitles have also been added to the YouTube video.

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El mito de Hayek

La presentación de Hans-Hermann Hoppe en la séptima conferencia anual de la Property and Freedom Society. Esta transcripción fue adaptada y anotada sobre la base del ensayo «F. A. Hayek on Government and Social Evolution: A Critique».

Quiero hablar sobre el mito de Hayek. Como la mayoría de ustedes sabe, yo fui alguna vez, durante los últimos años de secundaria y los primeros años de universidad, también un izquierdista. Y cuando gradualmente fui descubriendo los errores de la doctrina izquierdista, buscaba alternativas y encontré, por su frecuente presencia en la prensa como los antagonistas de principios y las alternativas a todo lo socialista, a Milton Friedman y Friedrich Hayek. Y en verdad encontré muchos buenos argumentos en sus escritos para combatir la izquierda predominante en ese momento.

Y fue a través de la puerta de Friedman y Hayek que eventualmente también descubrí a Mises y finalmente a Rothbard. Entonces tengo que decir que debo intelectualmente algo ambos, a Friedman y Hayek. Pero ese no es mi tema. En vez de eso, quiero analizar por qué ambos, Friedman y Hayek, eran presentados en ese momento, hace casi 40 años, e incluso más hoy en día —especialmente en Europa, pero también en Estados Unidos— como los opositores más radicales contra todo aquello de la izquierda, mientras que —como luego me di cuenta rápidamente y mostraré en breve— Friedman y Hayek son en realidad parte de la izquierda, por supuesto, no de la versión tradicional marxista dura de la izquierda, sino en cualquier caso de la versión suave (socialdemócrata) pro Estado del bienestar del socialismo. Y por esto, desde mi punto de vista, ellos ofrecen cualquier cosa menos una alternativa de principios contra el socialismo y la izquierda.

A esto uno podría llamar «El mito de Friedman y Hayek». Ahora aquí quiero limitarme a solo la mitad de este mito, al mito de Hayek. Friedman, de hecho, es mucho más conocido que Hayek. Si buscas en Google, Friedman tiene alrededor de 30 millones menciones y Hayek tiene cerca de 7 millones de menciones. Creo que Friedman es en parte más conocido que Hayek porque es claramente el mejor y más claro escritor de los dos, y en parte porque es estadounidense, algo que siempre ayuda en estos tiempos.

Pero me quiero concentrar en Hayek. ¿Y por qué me quiero concentrar en Hayek? Porque en mi evaluación, Hayek es un pensador más importante y él y su fama durará más que la de Friedman.

Por un lado, Hayek es el mejor economista. Porque mientras Friedman seguía, hasta su muerte en el 2006, cantando loas a Greenspan y Bernanke, mucha gente inspirada por Hayek y por la teoría Mises-Hayek del ciclo económico ya había previsto la gran recesión que venía y que aún continúa. Pero aún más importante, porque Hayek, como europeo del Viejo Mundo, es claramente el mejor instruido e intelectualmente más completo.

Mientras que Friedman es un economista-economista, Hayek es un verdadero intelectual, bien leído, no solamente en economía, sino también en historia del pensamiento, psicología, filosofía, sociología y derecho. Pero no es su economía técnica lo que les hizo famosos, sino sus incursiones en el campo de la teoría política. En concordancia con eso, me concentraré aquí en Hayek como teórico político, y más específicamente en su libro Los fundamentos de la libertad y en sus tres volúmenes de Derecho, legislación y libertad que generalmente son consideradas como las contribuciones más importantes de Hayek al campo de la teoría política.

Primero quiero mostrar que, a pesar de las muchas cosas interesantes que pueda tener para decir, Hayek es fundamentalmente un pensador confundido y desordenado. Esto se hace más que claro cuando examinamos sus definiciones y elaboraciones sobre el concepto de libertad y coerción.

Hayek define la libertad como la ausencia de coerción (hasta ahora todo bien). Sin embargo, contrariamente a una larga tradición del pensamiento liberal clásico, él no define la coerción como la amenaza o iniciación de violencia física contra la propiedad y la persona. Él no la define como un ataque contra la propiedad legítimamente adquirida mediante la apropiación original, producción o el intercambio voluntario. En vez de eso, ofrece una definición cuyo único mérito es su ambigüedad y poca claridad. Por coerción «queremos decir tal control del entorno o las circunstancias de una persona por parte de otra que, para evitar un mal mayor, es forzada a actuar no según a un plan personal coherente, sino para servir los fines de otro»,1 o «la coerción ocurre cuando las acciones de un hombre son hechas para satisfacer la voluntad de otro hombre, no para la propia, sino para los propósitos del otro».2 Y la libertad es «un estado en el que cada agente puede usar su propio conocimiento [que no: su propia propiedad] para sus propósitos».3

Lo que inmediatamente notas en esta definición de libertad y coerción es esto: esta definición no contiene nada respecto a acciones, escasez, bienes y propiedad; en vez de eso, «coerción» se refiere a configuraciones específicas de deseos subjetivos, o a planes o planes en conflicto, o a pensamientos o pensamientos y expectativas en conflicto. Aunque luego —con estas descripciones subjetivas, términos subjetivos— tal definición es inútil por las siguientes razones:

Primero, es completamente inútil como guía para la acción, es decir, es inútil para responder a la pregunta ¿qué se me permite hacer aquí y ahora si no quiero cometer un acto coercitivo? Porque, en general, no conozco la voluntad o los planes de otros y, en cualquier caso, conocer todas las otras voluntades sería absolutamente imposible. Incluso si quisiera, nunca podría estar seguro desde el primer momento (ex ante) de que lo que estaba planeando hacer no implicaría un acto coercitivo contra alguien. Sin embargo, los individuos, obviamente, deben poder actuar de «forma correcta» antes de conocer los planes de otras personas. Y para que esto sea posible, el criterio utilizado para distinguir entre «libertad» por un lado y «coerción» por otro debe ser un criterio objetivo; debe referirse a un evento (o no evento) que posee una descripción física y sobre cuyo resultado el actor debe poseer control físico.

Segundo, la definición de Hayek también es inútil como criterio retrospectivo (ex post) de justicia, es decir, no puede responder a la pregunta ¿está justificada la acusación de A contra B? o ¿quién es culpable y quién no lo es? y, ¿qué tipo de compensación o castigo es adecuado? Dado que la definición de Hayek no contiene ningún criterio físico intersubjetivamente determinable, sus juicios son completamente arbitrarios. Como estados mentales, los criterios de Hayek sobre libertad y coerción son compatibles con toda situación física real. No tienen ninguna capacidad en absoluto para hacer distinciones reales en el mudo real.

Correspondientemente confusos y contradictorios son, por tanto, los intentos de Hayek de aplicar sus definiciones:

1. Al aplicar sus definiciones, Hayek, por un lado, llega a la conclusión de que el inicio o la amenaza de violencia física constituye «coerción» (suficientemente bien). La amenaza de la fuerza o la violencia «ocurre cuando bandas armadas de conquistadores hacen que los súbditos trabajen para ellos, cuando mafiosos organizados arrancan por la fuerza una recaudación a cambio de “protección”».4 Por otro lado (tener en cuenta las citas mencionadas anteriormente), él clasifica actos de amenaza o iniciación de violencia física tales como el servicio militar obligatorio o los impuestos como «no coercitivos» siempre que la víctima de tal agresión hubiese podido preverla probadamente y ajustarse a ella. Y decir esto es una atrocidad.

2. Por un lado, Hayek identifica la violencia física con la «coerción»; y por otro lado, no acepta la ausencia de violencia física o daño como criterio de «no coerción». «La amenaza de fuerza física no es la única forma en que la coerción puede ser ejercida».5 Incluso si A no ha cometido agresión física alguna contra B o su propiedad, puede ser aun así culpable de coerción. Según Hayek, este es el caso siempre que A es culpable de ayuda omitida respecto a B, es decir, cuando A no ha proveído a B los bienes y servicios que B esperaba de él y que consideraba como «crucial para mi existencia o preservación de lo que yo más valoro».6 Hayek dice que sólo un pequeño número de casos se ajusta realmente a este criterio. Da dos ejemplos: el dueño de una mina en un pueblo minero que decide despedir a un trabajador supuestamente comete un acto de «coerción»; y de igual manera es supuestamente «coercitivo» que el dueño de la única fuente de agua en un desierto no esté dispuesto a vender su agua, o si rechaza venderla al precio que los otros consideran «justo».

Debe ser obvio que se requiere poca imaginación para entender que el criterio de Hayek incluye todos los casos. Cualquier acción pacífica que una persona pueda hacer puede ser interpretada por otros —en verdad, por cualquier número de personas— como algo que constituye una coerción, porque cada actividad es al mismo tiempo siempre la omisión de innumerables actividades alternativas que se podrían haber hecho, y cualquier omisión se convierte en coerción si una sola persona reclama que la realización de lo que otro no ha hecho, la ejecución de la omisión, era «crucial para la preservación de lo que yo más valoro».

Cualquiera de los dos casos, ayuda omitida y violencia física, son categóricamente definidos como «coerción», sin embargo, entonces, obviamente, deben presentarse contradicciones inevitables.7 Si la omisión de A constituye una coerción hacia B, entonces, obviamente, B debe poseer el derecho de defenderse contra la coerción de A. Pero la única defensa de B sería la posibilidad de usar la violencia física contra A, que ha omitido hacer ciertas cosas. Pero entonces, los actos de violencia física ya no podrían clasificarse como coerción. Más bien la violencia física sería entonces defensa. Y en este caso, coerción sería la negación pacífica de participar en un intercambio; y también sería coerción si alguien tratara de defenderse contra un intercambio forzoso impuesto por medio de la violencia sobre él. Por otro lado, si la violencia física fuese definida como coerción, entonces a B no le estaría permitido defenderse de las omisiones de A. Y si B intentara hacerlo de todas formas, entonces el derecho a defenderse le correspondería a A. Pero en este caso, por supuesto, las omisiones no constituirían coerción. ¡Flagrantes contradicciones!

3. De estas contradicciones conceptuales emerge la absurda tesis de Hayek de la «inevitabilidad de la coerción» y su correspondiente, igualmente absurda, justificación del gobierno. Cito: «La coerción, sin embargo, no puede ser evitada totalmente porque la única forma de prevenirla es con la amenaza de coerción. La sociedad libre ha resuelto este problema otorgando el monopolio de la violencia al Estado y tratando de limitar el poder del Estado a instancias donde se requiere prevenir la coerción de agentes privados».8 De acuerdo a ambas definiciones de «coerción» de Hayek, esta tesis no tiene sentido. Si la ayuda omitida representa «coerción», entonces la coerción en forma de violencia física se vuelve necesaria y no sólo inevitable. De otra manera, si la iniciación y amenaza de violencia física es definida como «coerción», entonces sí puede ser evitada; primero, porque cada persona posee control sobre si atacará o no físicamente a otra; y segundo, porque cada persona tiene derecho a defenderse con todos sus medios contra el ataque físico de otra. Es solo inevitable que siempre que exista agresión física también habrá la necesidad de la defensa física. Pero la inevitabilidad de violencia defensiva no tiene nada que ver con la supuesta «inevitabilidad de la coerción» (a menos que uno confunda la diferencia categórica entre ataque y defensa y afirme que la amenaza de defenderse a sí mismo en el caso de un ataque sea lo mismo que una amenaza de ataque). Si la violencia física está prohibida, entonces, se sigue que está permitido defenderse contra ella. Es absurdo clasificar ataque y defensa bajo la misma rúbrica de «coerción». La defensa es a la coerción lo que el día es a la noche.

Pero de la inevitabilidad de la defensa no se desprende ninguna justificación para el monopolio gubernamental de la coerción. Al contrario, un gobierno no es de ninguna manera simplemente un «monopolio de defensa» que ayuda a los individuos privados a evitar gastos en defensa que de otra manera son «inevitables» (como un monopolista: de manera ineficiente). Porque el gobierno obviamente debe cobrar impuestos a la gente para tener los medios para defender a otra gente, y el monopolio de coerción del gobierno, por tanto, incluye también en particular el derecho del Estado a usar la violencia contra los ciudadanos privados y la obligación complementaria por parte de los ciudadanos de no defenderse de los ataques del gobierno. Pero, ¿qué clase de justificación para un gobierno es esta de que si una persona se rinde incondicionalmente a un atacante, puede ahorrar gastos de defensa que son de lo contrario «inevitables»?

Sobre el gobierno y sus funciones

Según Hayek, el gobierno es «necesario» para realizar las siguientes funciones: no simplemente el «cumplimiento de la ley» y la «defensa contra enemigos externos», sino que «en una sociedad avanzada el gobierno debe usar su poder de recaudar fondos mediante el cobro de impuestos para proporcionar un número de servicios que, por diferentes razones, no pueden ser proporcionados, o no pueden ser proporcionados adecuadamente, por el mercado».9 (Puesto que en todo momento hay un número infinito de bienes y servicios que el mercado no proporciona, Hayek da al gobierno básicamente un cheque en blanco). Entre estas [funciones] están «la protección contra la violencia, las epidemias, o los desastres naturales como inundaciones y avalanchas; pero también muchas de las comodidades que hacen tolerable la vida en las ciudades modernas, la mayoría de las carreteras… la provisión de medidas estandarizadas, y muchos tipos de información que van desde registros de tierras, mapas y estadísticas hasta la certificación de la calidad de ciertos bienes y servicios ofrecidos en el mercado».10 Funciones adicionales del gobierno son «asegurar un ingreso mínimo para todos»;11 el gobierno debería «distribuir sus gastos en el tiempo de tal forma que pueda intervenir cuando la inversión privada decae»;12 debería financiar escuelas y la investigación como también hacer cumplir «regulaciones de construcción y las leyes de pureza de alimentos, la certificación de ciertas profesiones, la restricción de la venta de ciertos bienes peligrosos (como armas, explosivos, venenos y drogas), así como también regulaciones de seguridad y salud para el proceso de producción y la provisión de instituciones como teatros, campos de deportes, etc. (…)»;13 prácticamente no falta nada; y debería hacer uso de su poder de «dominio eminente» —es decir, de expropiación— para mejorar el «bien público».14

También considera que, en general, «hay ciertas razones para creer que con el incremento general de la riqueza y de la densidad de la población, la porción de todas las necesidades que pueden ser satisfechas solo por la acción colectiva continuará creciendo».15

Además, el gobierno debería implementar un sistema extensivo de seguro obligatorio, supuestamente «coerción para evitar mayor coerción». La vivienda pública subsidiada es una posible tarea para el gobierno y también la planificación y regulación del urbanismo son consideradas funciones apropiadas del gobierno siempre que «la suma de las ganancias sea mayor que la suma de las pérdidas». Sólo Hayek sabe cómo calcular eso. Y finalmente, «la provisión de instalaciones y oportunidades para la recreación, o la preservación de la belleza natural o de sitios históricos, o lugares de interés científico, (…) parques naturales, reservas naturales, etc.» son también tareas legítimas del gobierno.

Además, Hayek insiste en que reconozcamos que es irrelevante lo grande que es el gobierno, o si crece y lo rápido que crece; lo único importante es que las acciones del gobierno satisfagan ciertos requerimientos formales. «Es el carácter, antes que el volumen, de la actividad del gobierno, lo que es importante».16 Los impuestos como tales, y el porcentaje de los impuestos, no son un problema para Hayek. Los impuestos — y de igual forma el servicio militar obligatorio—  pierden su carácter de medidas coercitivas «si son al menos predecibles y se hacen cumplir sin tener en cuenta cómo el individuo, de otra forma, emplearía sus energías. Esto les quita en gran medida la naturaleza maligna de coerción. Si la exigencia conocida de pagar una cierta cantidad de impuestos se vuelve la base de todos mis planes, si un periodo de servicio militar es una parte predecible de mi carrera, entonces puedo seguir un plan general de vida de mi propia creación y ser tan independiente de la voluntad de otra persona como los hombres han aprendido a existir en sociedad».17 Así que si tú sabes que serás esclavizado por veinte años, te puedes ajustar a esto; si sabes que los impuestos son el 90% y te puedes ajustar a eso, entonces esto no es coerción. ¡Qué tan ridículo puedes ser!

Debe ser sobradamente claro a estas alturas que la afirmación de que Hayek es un libertario radical, un liberal radical, y un oponente de principios contra la izquierda es totalmente ridícula. Luego, surge la pregunta, por supuesto, ¿cómo es que este mito existe de que él es tal persona? Tengo que especular, por supuesto. La respuesta más obvia es que los periodistas y los medios de comunicación que propagan estos mitos simplemente no saben de lo que están hablando, y que unos tan solo copian lo que otros dijeron antes. Pero esto —a pesar de que hay cierta verdad en ello— no explica cómo este mito pudo aparecer en primer lugar y por qué es tan persistente; alguien debe estar interesado en este mito y su persistencia.

Permítanme sugerir otra explicación más convincente. Pónganse en el lugar de la izquierda igualitaria dominante de todos los partidos políticos, y no hay partidos que no sean de izquierda en estos días. ¿Qué harían para mantener su posición dominante, o incluso mejorarla, en vista del hecho de que no pueden esperar lograr una uniformidad completa y total en la opinión pública? Lo que yo haría es algo como esto:

Primero, querría identificar a los oponentes más peligrosos de la postura prevalente de la izquierda y excluirlos tanto como pueda del discurso público ignorándolos, no mencionándolos, y haciendo que no puedan alcanzar ninguna posición de influencia. Antes de la era de la Internet, esto era comparativamente fácil de lograr. Mises y Rothbard, por ejemplo, que son tales individuos peligrosos, eran en realidad raramente mencionados y era extremadamente difícil encontrar sus libros en cualquier biblioteca o incluso saber de su misma existencia.

Segundo, trataría de delimitar el rango del discurso legítimo, educado y civilizado, identificando ciertos individuos prominentes que yo pueda presentar como enemigos peligrosos, pero que sean en realidad suficientemente confusos y poco escrupulosos, que sea fácil debatir con ellos y enredarlos en contradicciones constantes y concesiones a mis propias metas programáticas de izquierda. Esto me hace parecer tolerante —y de «mente abierta», por supuesto— y siempre puedo ganar el debate señalando que incluso estos enemigos están de acuerdo con mis propias premisas fundamentales. Todos ustedes conocen la estrategia. Típicamente toma la forma de decir: «Pero incluso Hayek y Friedman admiten esto y no lo niegan. ¿Qué puedes decir entonces? Ellos ya son allá afuera los enemigos peligrosos; más es absolutamente imposible».

Y respecto a estos llamados «enemigos», son señalados al mismo tiempo por la izquierda predominante como los oponentes oficialmente aprobados de la izquierda gobernante, los enemigos que la izquierda ama odiar, ellos mismos ganan muchísima prominencia, respeto y se vuelven parte del establishment, con acceso no sólo a los principales medios de comunicación, sino a los más altos rangos del poder estatal. Algunas palabras clave: Hayek y Friedman, y Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Y otra palabra clave: Helmut Schmidt (el canciller socialdemócrata de Alemania en esos tiempos), en el cumpleaños número 80 de Hayek, le escribió un telegrama diciendo «ahora somos todos hayekianos» y era lo que realmente sentía, ¡lo era!

Luego, esta gente se convirtió en invitados bienvenidos en todo tipo de reuniones oficiales y conferencias y, de hecho, si ustedes observan las reuniones de los hayekianos y friedmanianos de hoy en día, son habitualmente auspiciados o coauspiciados por diferentes organismos gubernamentales y funcionarios. Son las organizaciones del gobierno las que presentan a esta gente. Y ellos y sus seguidores devuelven los favores que les hace la izquierda participando en las prácticas de exclusión contra los enemigos reales, genuinos y peligrosos de la opinión pública dominante de izquierda. Ellos, ciertamente Hayek y Friedman, pero también muchos de sus seguidores, conocen a esta gente, conocen a gente como Mises y Rothbard; pero si es que acaso los mencionan, típicamente dicen unas cuantas cosas buenas seguidas rápidamente de muchos comentarios de desprecio. Hayek, por ejemplo, menciona a Rothbard sólo en un par de pies de página en el total de toda su obra. Y en el prefacio del libro de Mises sobre el socialismo, y en el libro Memoirs de Mises, Hayek dice que Mises había realmente cambiado su forma de pensar y renunciado a su anterior «racionalismo excesivo», incluso cuando no hay absolutamente nada que indique tal cambio en el caso de Mises.

Y Friedman siempre ignoraba y trataba de burlarse de Mises, quien se había referido a él y a su gente, en la Sociedad Mont Pelerin, como nada más que «un montón de socialistas». El mismo tipo de calificaciones también pueden encontrar en los líderes de la Fundación Hayek de Alemania. Hayek es alabado como el más grande filósofo y economista de la libertad en el siglo XX, si no de toda la historia de la humanidad; y para Murray Rothbard, unos pocos comentarios halagadores (‘buen economista’), ‘pero todo lo que hace termina en lo absurdo’. Sin ninguna explicación de cuál es ese absurdo. Así que el estilo es siempre el mismo: los reconoces, dices una palabra bonita, pero en la siguiente línea dices «pero básicamente son unos chiflados».

En cualquier caso, lo que esta gente hace (los friedmanianos y los hayekianos hoy en día) en vez de juntarse con ‘locos extremistas’ y ‘anarquistas’ como Mises y Rothbard y sus asociados, e incluso más sus actuales seguidores, es preferir asociarse con políticos de alto rango, con banqueros centrales y proselitistas de la guerra. Tan solo miren las reuniones de la Sociedad Mont Pelerin y allí verán las asambleas de esta clase de gente. Hubo otra conferencia recientemente sobre Hayek en Obergurgl (Austria), el ponente principal fue Václav Klaus, quien estuvo a favor de los Decretos de Beneš que expropiaron a todos los alemanes en la entonces Checoslovaquia; y los otros dos ponentes principales fueron personas que trabajan para el Banco de Inversiones Europeo y la cabeza de un banco austriaco bien conectado al gobierno. Ese es el tipo de conferencias que los hayekianos organizan.

Ahora bien, ¿qué debemos hacer entonces? Debemos decir las cosas como son. Y en la era de la Internet ya no es posible que nos ignoren completamente. Así entonces reventaremos esta alianza impía entre la izquierda gobernante y su oposición «radical» de libre mercado oficialmente designada y aprobada. Sin duda esto nos traerá la animadversión de los líderes del movimiento hayekiano y friedmaniano, pero también hace posible convencer a muchos espíritus buscadores confundidos de este movimiento que encontraron a Hayek y Friedman primero, pero que también ven que hay problemas con ellos y buscan una salida.

¿Y qué debemos decir? Ahora en este aspecto quiero utilizar unas palabras de Rothbard. Antes de que Los fundamentos de la libertad fuese publicada, el manuscrito fue enviado a Rothbard. Y Rothbard escribió dos informes sobre el manuscrito. Uno fue una crítica página por página que fue enviada al mismo Hayek (no creo que Hayek adoptara nada de eso). El segundo fue un informe interno enviado al Volker Fund que pagaba el salario de Hayek en esa época, y básicamente pedía que cortaran los fondos a Hayek en este informe. Quiero citar de este informe informal que Rothbard envió al Volker Fund. Cito la primera oración de este informe y luego el último párrafo. La primera oración se refiere a Los fundamentos de la libertad:

Los fundamentos de la libertad de F. A. Hayek es sorprendente y angustiosamente un libro extremadamente malo, y diría hasta maligno.18

Esa es la primera oración. Ahora el último párrafo, allí él dice:

Esta es entonces, la fachada que F. A. Hayek presentará al mundo en su Los fundamentos de la libertad. Una fachada que si yo fuese un joven interesado por primera vez en asuntos políticos y debiera leer esto como el mejor producto de la «extrema derecha» [Murray Rothbard se refiere aquí al movimiento libertario como la extrema derecha], me convertiría en un ferviente izquierdista al instante, y creo que así harían casi todos. Esa es la razón por la que considero a este libro tan peligroso y por la que creo que los derechistas deben atacar este libro con mucho vigor cuando aparezca, en lugar de lo que estoy seguro que harán: aplaudirlo como tantas focas amaestradas. Porque, primero, Hayek ataca el laissez faire, y ataca o ignora a los verdaderos libertarios. Por tanto, dando pie a la frase ‘incluso Hayek admite que…’; y segundo, su argumento está basado en un menoscabo o rechazo tanto de la razón como de la justicia, de tal forma que cualquier interesado en la razón o la justicia tenderá a oponerse al libro completo. Y debido a la gran prominencia de Hayek en el mundo intelectual, cualquier falla de los de extrema derecha en atacar el libro, con el vigor implacable que merece, sin duda perjudicará la causa de la derecha que todos nosotros apreciamos.19

Y lo mismo se aplica también a Friedman. No me queda más tiempo. Creo que el caso de Friedman es incluso peor que el de Hayek.


Traducido del inglés por Dante Bayona y Oscar Eduardo Grau Rotela. El material original se encuentra aquí.


Notas

1 The Constitution of Liberty, pp. 20-21.

2 Ibíd., p. 133.

3 Law, Legislation, and Liberty, 1, pp. 55-56.

4 The Constitution of Liberty, p. 137.

5 Ibíd., p. 135.

6 Ibíd., p. 136.

7 Véase también de Murray N. Rothbard, Power and Market (Kansas City: Sheed Andrews & McMeel, 1977), pp. 228-34; de Hans-Hermann Hoppe, «Von der Strafunwiirdigkeit unterlassener Hilfeleistung», en: ídem, Eigentum, Anarchie und Staat (Opladen: West- deutscher Verlag, 1977); ídem, «On the Indefensibility of Welfare Rights», Austrian Economics Newsletter 3 (1989).

8 The Constitution of Liberty, p. 21; también p. 141 f.

9 Law, Legislation, and Liberty, 3, p. 41. Compara esto a la declaración de John Maynard Keynes: «La agenda más importante del Estado no está relacionada con aquellas actividades que los individuos privados ya está llevando a cabo, sino con las funciones que están más allá de la esfera de los individuos, aquellas decisiones que no son tomadas por nadie si el Estado no las toma. Lo importante para el gobierno no es hacer cosas que los individuos ya están haciendo y hacerlas un poco mejor o un poco peor: sino hacer las cosas que no se hacen en absoluto» (The End of Laissez Faire (vol. 9), Collected Writings [London: MacMillan, 1973], p. 291).

10 Law, Legislation, and Liberty, 3, p. 44.

11 Ibíd., p. 55.

12 Ibíd., p. 59.

13 Ibíd., p. 62.

14 Ibíd., pp. 62-63.

15 Ibíd., p. 53.

16 The Constitution of Liberty, p. 222.

17 Ibíd., p. 143.

18 «Confidential Memo on F.A. Hayek’s Constitution of Liberty», Murray N. Rothbard vs. the Philosophers: Unpublished Writings on Hayek, Mises, Strauss, and Polanyi, p. 61. De la nota 14: «En este informe, Rothbard se refiere a los primeros 14 capítulos del manuscrito de Hayek. El Volker Fund había proporcionado un subsidio al trabajo de Hayek, y a Rothbard le pidieron que diera su opinión del mismo».

19 «Confidential Memo on F.A. Hayek’s Constitution of Liberty», Murray N. Rothbard vs. the Philosophers: Unpublished Writings on Hayek, Mises, Strauss, and Polanyi, p. 70.