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La incertidumbre y sus exigencias: El papel crítico del seguro en el mercado libre | Uncertainty and Its Exigencies: The Critical Role of Insurance in the Free Market

Mariano Bas Uribe has translated into Spanish Hoppe’s Uncertainty and Its Exigencies: The Critical Role of Insurance in the Free Market (2006). The article is based on a speech given by Hoppe at the Mises University 2004 and 2005.

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La incertidumbre y sus exigencias: El papel crítico del seguro en el mercado libre

Este artículo se basa en «The Economics of Risk and Insurance», un discurso realizado por el profesor Hoppe en la Universidad Mises 2004 y 2005.

Un seguro implica la agrupación de riesgos individuales. Bajo este acuerdo, hay ganadores y perdedores. Algunos de los asegurados recibirán más de lo que pagaron en primas y algunos pagarán al sistema más de lo que nunca recuperarán. Es una forma de redistribución de rentas de los sanos a los enfermos, pero lo característico del seguro es que nadie sabe por adelantado quiénes serán los ganadores y los perdedores. Están distribuidos de forma aleatoria e impredecible y la redistribución resultante de rentas dentro de un fondo de gente asegurada es asistemática.

Si no fuera así —si fuera posible predecir los ganadores y perdedores netos— los perdedores del seguro no querrían agrupar su riesgo con los ganadores: buscarían agrupar su riesgo con los demás «perdedores» con primas más bajas.

Por ejemplo, digamos que mi proveedor de seguro quiere agrupar el riesgo de lesión de alguien como yo, que se sienta todo el día detrás de un escritorio, con el riesgo de un futbolista profesional. En ese caso, podemos predecir fácilmente que acabaré siendo un perdedor constante: casi nada me pasa a mí, pero muchos accidentes le ocurrirán al futbolista profesional y mis primas tendrían que cubrir su significativo mayor riesgo de lesión.

Incluso si los propios asegurados no se dan cuenta de que son ganadores y perdedores sistemáticamente predecibles, la libre competencia en el mercado del seguro eliminaría toda redistribución sistemática entre los asegurados.[1] En un mercado libre, cualquier empresa de seguros que realizara cualquier redistribución sistemática de ingresos (mezclando gente con tipos de riesgo objetivamente distintos en un solo grupo) se vería superada por cualquier empresa que no realizara este tipo de práctica. Otra empresa de seguros podría darse cuenta de que hay gente que se sienta detrás de un escritorio y raramente se cae de sus sillas y se lesiona. Advertiría que puede ofrecer de forma rentable una prima inferior a los monta-escritorios y asegurarlos en un grupo independiente de los deportistas profesionales. Y al ofrecer primas más bajas, atraerían evidentemente a quienes estaban antes mal asegurados. Como consecuencia, las diversas empresas que habían agrupado mal a la gente (mezclando sus clientes de bajo riesgo con sus clientes de alto riesgo) tendrían que aumentar las primas para sus clientes de riesgo superior hasta su nivel naturalmente superior.

La competencia en el mercado del seguro llevaría a subgrupos cada vez más refinados de gente, a grupos que son internamente homogéneos. La discriminación de grupos y subgrupos se produciría de acuerdo con los riesgos reales de grupos y las primas para todos los grupos reflejarían entonces los verdaderos riesgos de seguro para ese grupo, y los precios del promedio tenderían a bajar debido a la competencia.

Para poner a un cliente individual en el grupo correcto, la aseguradora tiene que discriminar de acuerdo con diversos criterios. En el caso de seguros de inundaciones, terremotos o incendios, usarían criterios regionales o geográficos. Podrían usar características biológicas o genéticas en el caso del seguro de salud. Podrían usar determinados criterios de comportamiento o estilo de vida: fumadores y no fumadores, gente que trabaja en ciertas ocupaciones que causan mayor o menor riesgo y así sucesivamente.

Las limitaciones de la asegurabilidad

¿Existen ciertos riegos contra los que sencillamente no podemos asegurarnos? Mises define los eventos que pueden asegurarse como «eventos de riesgo» y usa una definición de lo que llama «probabilidad de clase» para definir estos eventos de riesgo:

(…) en relación con cierto evento, conocemos o creemos conocer cómo opera una clase determinada de hechos o fenómenos; pero de los hechos o fenómenos singulares sólo sabemos que integran la clase en cuestión.[2]

Y luego da algunos ejemplos.[3] Por ejemplo:

Tomemos una estadística de la mortalidad registrada en un área y en un periodo determinados. Si partimos del supuesto de que las circunstancias no van a variar, podemos afirmar que conocemos perfectamente la mortalidad del conjunto en cuestión. Ahora bien, acerca de la probabilidad de vida de un individuo determinado nada podemos afirmar, salvo que, efectivamente, forma parte de ese grupo.

Otro ejemplo:

Imaginemos que una caja contiene diez tarjetas, cada una con el nombre de una persona distinta y que, al extraer una de ellas, el elegido habrá de pagar cien dólares. Ante tal planteamiento, un asegurador que pudiera contratar con cada uno de los intervinientes una prima de diez dólares, estaría en condiciones de garantizar al perdedor una total indemnización. Recaudaría cien dólares y pagaría esa misma suma a uno de los diez intervinientes. Ahora bien, si no lograra asegurar más que a uno de los diez al tipo señalado, no estaría conviniendo un seguro, sino que estaría embarcado en un puro juego de azar (…).

Y luego dice, concluyendo:

La nota característica del seguro estriba en que tan solo se ocupa de clases íntegras. Supuesto que sabemos todo lo concerniente al comportamiento de la clase, podemos eliminar los riesgos específicos del caso concreto.

Por lo mismo, tampoco soporta riesgos especiales el propietario de un casino de juego o el de una empresa de lotería. Si el lotero coloca todos los billetes, el resultado de la operación es perfectamente previsible. Por el contrario, si algunos quedan invendidos, se encuentra, con respecto a estos billetes que quedan en su poder, en la misma situación que cualquier otro jugador en lo atinente a los números por él adquiridos.

Advirtamos ahora nuevamente que esta definición de lo que él llama «probabilidad de clase» implica la ausencia de cualquier redistribución sistemática de ingresos: Si no sé nada acerca de cualquier riesgo individual de una persona concreta, salvo que es miembro de algún grupo con un riesgo conocido de grupo, entonces toda la redistribución debe ser aleatoria. Implica también que los casos individuales que se agrupen en un solo riesgo son homogéneos. Dentro del grupo, no podemos decir la diferencia entre una persona y otra. Esto implica que el evento real se produce en forma de accidente; y un evento impredecible para el individuo.

Ahora, por exclusión, podemos también abordar las preguntas complementarias: ¿Qué tipo de eventos no son asegurables? ¿Cuándo es imposible agrupar los riesgos?

Un riesgo no asegurable es uno en el que se dan las siguientes condiciones: Si sé con respecto a un riesgo concreto algunos o todos los factores que determinan su resultado, entonces eso ya no es accidental: su probabilidad puede estar individualmente afectada y por tanto no es posible asegurarlo. O, por decirlo de una manera algo distinta, todo lo que está bajo control total o parcial de un actor individual no puede asegurarse —no pueden agruparse los riesgos— sino que cae en el ámbito de la responsabilidad personal o individual.

Todo riesgo que pueda verse influido por las acciones propias es por tanto no asegurable; solo lo que no es controlable mediante acciones individuales es asegurable y solo si hay distribuciones de frecuencia a largo plazo. Y también se sostiene que si algo que inicialmente no era controlable se convierte en controlable perderá su estatus de asegurabilidad. Con respecto al riesgo de un desastre natural —inundaciones, huracanes, terremotos, incendios— el seguro es evidentemente posible. Estos eventos están fuera del control de las personas y no sé nada acerca de mi riesgo individual, salvo si soy o no un miembro de ese grupo que, como grupo, está expuesto a cierto riesgo de inundación o terremoto o incendio.

Por el contrario, tomemos por ejemplo el riesgo de cometer suicidio. ¿Sería posible asegurarse —agrupar nuestro riesgo con el de otros— contra el suicidio? La respuesta debería ser bastante evidente: tal cosa no es un negocio viable para una empresa aseguradora. Después de todo, tengo pleno control sobre si me mato o no deliberadamente. Una aseguradora que ofreciera un seguro de suicidio por supuesto atraería a potenciales candidatos al suicidio. Podría acudir a ella porque quiero hacer un gran favor a mi mujer, pagar la prima, dispararme mortalmente y entonces ella será millonaria. Las empresas que aseguraran algo así probablemente desaparecerían del mercado muy rápidamente.

O tomemos otro ejemplo. ¿Sería posible asegurarnos contra provocar un incendio, es decir, contra el resigo de incendiar nuestra propia casa? De nuevo, la respuesta parece estar clara: cualquier evento que podamos provocar deliberadamente (o afectar la probabilidad de que se produzca) es, estrictamente hablando, un evento no asegurable. El riesgo de que mi casa se incendie por un rayo es asegurable, el riesgo de que yo incendie mi casa no es asegurable.

Tomemos ahora el ejemplo del desempleo. Como saben, hay algo llamado «seguro de desempleo». En el mundo moderno hemos inventado el arte de llamar incorrectamente a las cosas, de aplicar términos que son completamente inapropiados y luego tratar de engañar a la gente para que crea que cambiando las palabras hemos cambiado la naturaleza de las cosas.

El desempleo es un riesgo no asegurable. Tengo un control completo sobre estar empleado o no estarlo. Todo lo que tengo que hacer es decir a mi jefe lo que realmente pienso de él y pronto estaré desempleado. Por otro lado, puedo asegurarme casi siempre de que estaré empleado si estoy dispuesto a aceptar recortes salariales drásticos, por ejemplo. Si trabajara gratis, estaría empleado. Así que evidentemente este no es un riesgo asegurable. Cae en el ámbito de la responsabilidad individual.

He aquí un ejemplo que empieza a llevarnos a la dirección del asunto del seguro de salud: el riesgo de no sentirse bien por la mañana y no salir de la cama. Ninguna aseguradora podría nunca cubrir un «riesgo» así, porque la gente sí tiene al menos algún control sobre cómo se siente por la mañana. Si yo me asegurara contra este riesgo —me pagaran cada vez que no me sienta tan bien— podéis estar bastante seguros de que pasaría más tiempo en la cama de lo que paso actualmente.

Así que con respecto a todos estos riesgos, no puedo decir: «No sé nada acerca del riesgo concreto, excepto que soy una persona y todas las personas se ven afligidas por estos riesgos con cierta frecuencia». En realidad, sé considerablemente más acerca de mi riesgo individual, igual que vosotros sabéis considerablemente más acerca de vuestros riesgos individuales.

Tomemos un ejemplo en el que tengamos al menos un control parcial. ¿Puedo asegurarme contra el riesgo de tener pérdidas empresariales? Obviamente no. Aunque no tenga control directo sobre las acciones de los compradores y no compradores de mis productos (aquellos que determinan directamente mis pérdidas y ganancias), sí tengo algún control sobre el éxito o fracaso de mi negocio. Tengo el control sobre mis costes de producción, así como el tipo, la calidad y el precio del producto que produzco. De hecho, puedo generar pérdidas deliberadamente si quiero. Sería imposible agrupar mi riesgo con el negocio de otras personas, como si las pérdidas fueran algo similar a que te caiga un rayo.

Ahora con esta distinción entre eventos accidentales, que son asegurables, y eventos que no son asegurables porque la acción individual puede afectar su probabilidad, ¿qué podemos decir entonces acerca de la posibilidad del seguro de salud?

Lo primero que podemos decir es que la enfermedad es solo asegurable en la medida en que el riesgo de salud para un grupo concreto sea puramente accidental. Ese es el caso en ciertas formas de seguro de accidentes o incluso para eventos como el cáncer. Sin embargo, para la mayoría de los riesgos de salud, tendríamos que decir que caen en la zona del control individual y muy poco en este campo es realmente asegurable. Esos riesgos deben asumirse individualmente y deben pagarse con los ahorros personales.

Ahora, en todo el debate reciente acerca del seguro de salud y la reforma de la atención médica, nunca o raramente se menciona el hecho de que ciertas cosas son completamente no asegurables. Mises fue la excepción. En 1922, mucho antes de la actual locura de la atención médica, Mises trataba estos asuntos en su libro Socialismo.[4] He aquí una cita que es muy reveladora:

Los ideólogos que defienden el seguro social y los estadistas y los políticos que lo han realizado consideraban las enfermedades y la salud como dos estados del cuerpo humano enteramente diferentes, fáciles de distinguir entre sí, en todo caso, sin error posible. La «salud» es para ellos un estado cuyos caracteres quedan claramente establecidos y puede ser objeto del diagnóstico de cualquier médico. Las «enfermedades» son un fenómeno físico independiente de la voluntad humana y sobre el cual esta carece de influencia.

Y luego comenta sobre esto diciendo:

Todo es falso en esta teoría. No existe delimitación precisa entre la salud y la enfermedad. Esta última no es un fenómeno aparte de la voluntad consciente y de las fuerzas espirituales que obran sobre el inconsciente. La capacidad de trabajo de un individuo no es función únicamente de su estado físico, sino que depende en gran parte de su inteligencia y su voluntad. De ahí que todas las afirmaciones según las cuales sería posible al médico hacer la distinción entre los enfermos y los simuladores, entre quienes pueden trabajar y quienes no pueden, se presentan como carentes de valor. Si se ha creído que el seguro contra accidentes y enfermedades podría basarse en la determinación de las enfermedades y heridas y de sus consecuencias, sin peligro de error, se ha cometido una seria equivocación. El elemento destruccionista del seguro contra accidentes y enfermedades reside, ante todo, en el hecho de que multiplica los accidentes y enfermedades que estorba la curación, que en casos numerosos provoca las perturbaciones funcionales que de ellos resultan, que agrava estas y las hace durar en casi todos.

Volviendo al ejemplo que di antes: Supongamos que pudiésemos asegurarnos contra no sentirnos los suficientemente bien como para levantarnos de la cama por la mañana. Podéis ver fácilmente que esto crearía una clase de fingidos y desanimaría a la gente a levantarse, independientemente de cuál pueda ser su condición física.

Ahora, con todo esto a la vista, cuando observamos el asunto del seguro de salud, esperaríamos que la mayoría de los riesgos tuvieran que asumirse individualmente. El seguro (la agrupación de riesgos en grupos) tendría que haberse limitado a la variedad estrictamente accidental de riesgos, e incluso ahí, las personas pueden aparentar «accidentes» de manera fraudulenta, como es bastante frecuente en el caso de la indemnización a los trabajadores.

Y, por supuesto, las empresas de seguros tendrían que ofrecer una cobertura estrictamente limitada: No habría ninguna cobertura para riesgos recién descubiertos, por ejemplo. Tampoco habría cosas como «coste extra», en el que, por ejemplo, se quema mi casa y puedo obligar a la aseguradora a construirme una casa más grande. La aseguradora solo aseguraría el valor de la casa hasta el valor que aseguré. Bajo el sistema actual, vemos costes extra todo el tiempo en forma de Medicare y Medicaid, donde se cubre automáticamente cualquier cosa que los doctores estimen necesaria.

Generalmente, el seguro tendrá la forma de indemnización o pago en efectivo. Algunas aseguradoras podrían ofrecer servicios concretos en proveedores especificados y limitados o instalaciones proveedoras, pero esta opción sería menos atractiva para la mayoría de los clientes y también para la mayoría de los proveedores de seguros.

Cualquier expansión adicional del seguro en asuntos de salud, si sucede en absoluto, estaría severamente restringida a casos de grupos muy pequeños de personas que, como compradores de servicios de mantenimiento individual de salud de un proveedor específico, son extremadamente homogéneas. Podemos imaginar, por ejemplo, que la gente participaría en servicios de seguro mutuo si su grupo pudiera ejercer un control social extremo. Para asegurarse de que los malintencionados no sean incluidos, los miembros de esa clase de grupo tendrían que tener una visión muy similar de la vida.

Ahora, si miramos la realidad del seguro de salud en la actualidad, nos damos cuenta de inmediato de que la situación actual tiene muy poco o nada que ver con lo que esperaríamos de un mercado libre de seguros. Lo que caracteriza la situación actual es, ante todo, que grupos de riesgo manifiestamente distintos se agrupan juntos en un grupo mixto. Además, el actual sistema de seguro de atención médica cubre riesgos que, estrictamente hablando, no son asegurables.

En gran medida, el seguro de salud se ha convertido en una forma del Estado de bienestar, la maquinaria de la redistribución del ingreso. ¿Cómo ha pasado esto? La regulación de los seguros.

La regulación estatal de los seguros

Dejadme que os dé algunos ejemplos de las perversiones que se han introducido en el mercado de los seguros debido a las regulaciones estatales. Las empresas de seguros en Estados Unidos están reguladas tanto a nivel estadual como federal. Solo el número de regulaciones estaduales ha aumentado de un total de 8 mandatos en 1965 a cerca de 1.000 a principios de los 90. No he mirado las cifras más recientemente, pero estoy seguro de que suben cada día.

  • En 49 estados, se obliga a las aseguradoras a cubrir tratamientos contra el alcoholismo, que es evidentemente algo que puede ser afectado individualmente (o incluso si decimos que no puede ser afectado individualmente, tendríamos que decir que no afecta a todos de la misma manera). Sin embargo, todas las aseguradoras deben ofrecer un seguro contra el alcoholismo.
  • En 27 estados, deben cubrir tratamientos contra la adicción a las drogas. En otras palabras, gente que sabe que nunca consumirá ninguna droga adictiva tiene que, aun así, pagar mediante sus primas por gente que sí las consume y está afectada por este riesgo particular.
  • La cobertura de quiroprácticos es obligatoria en 45 estados.
  • Los podólogos (doctores de pies) en 37 estados.
  • Los psicólogos están cubiertos por mandato en 36 de los estados. De nuevo, debería estar perfectamente claro que el deseo de ir o no a un loquero puede estar afectado individualmente. Conozco personas que van a loqueros constantemente. Yo mismo no entraría nunca en el consultorio de un loquero. Sin embargo, mediante mi prima de seguro de salud, tengo que pagar por el riesgo de un grupo que es claramente distinto de mi propio riesgo.
  • En 22 estados, los servicios de trabajadores sociales tienen que incluirse en la cobertura y evidentemente se reflejan en la prima.
  • Georgia exige cobertura para trasplantes de corazón. Repito de nuevo, los trasplantes de corazón podrían ser indudablemente un riesgo contra el que cabe asegurarse, pero debería quedar perfectamente claro que este riesgo es diferente para distintos grupos. Algunas personas tienen una predisposición genética a las enfermedades cardiacas y otras no. No se puede renunciar a este tipo de cobertura. La recibes tanto si te afecta como si no y tienes que pagar tanto si te afecta como si no.
  • El Illinois, tienen que incluirse los trasplantes de hígado. En Minnesota, tienen que incluirse los peluquines. Otra vez debería estar bastante claro que distintas familias tienen distintos riesgos de pérdida de cabello.
  • La terapia matrimonial tiene que estar incluido en California. La asesoría pastoral en Vermont.
  • Y (muy agradable) los bancos de esperma en Massachusetts. (Si tuvieseis que haber predicho un estado en el que tenía que estar cubierto, Massachusetts, por supuesto, es el que os vendría rápidamente a la cabeza, estoy seguro de eso).
  • En más de una docena de estados, el seguro no puede hacer ninguna pregunta relacionada con el SIDA. Y en Washington DC (de nuevo un lugar en el que cabría esperarlo) se prohíbe cualquier tipo de test de VIH a todas las aseguradoras. Eso es casi como si pudieses incendiar primero tu casa y luego retroactivamente asegurarte contra ello.
  • En California (nuevamente, un candidato poco sorprendente para este tipo de tonterías) no puede haber ninguna discriminación entre cualquier rasgo genético que distinga a las personas. Por ejemplo, la anemia falciforme afecta mayormente a los hombres negros. A nadie se le permite investigar esto desde el principio. La enfermedad de Tay-Sachs afecta principalmente a los judíos, pero eso no puede ser considerado cuando se asegura contra el riesgo de la enfermedad. Con los avances que logramos en investigación genética, estos tipos de diferenciaciones se harían cada vez más precisos al avanzar el progreso científico, pero a las empresas de seguros se les prohíbe incorporar este tipo de progreso.

Ahora bien, todos estos mandatos son en el mejor de los casos una mezcla de bendiciones para las compañías de seguros. Por un lado, como las aseguradoras tienen que cubrir cada vez más riesgos no asegurables, se ven continuamente obligadas a aumentar las primas. La regulación estatal les permite salirse con la suya con esos precios más altos, porque se ha desautorizado la competencia de proveedores de seguros más discriminadores.

Pero como los precios van subiendo, cada vez más personas abandonan completamente el mercado del seguro. Reconocen que la mayoría de los riesgos no se aplican a ellos y toman la decisión racional entre estar «sobreasegurados» con primas extraordinariamente altas o quedarse sin seguro. Tengamos en cuenta que en la discusión actual sobre todas estas cosas, hay quejas constantes respecto a toda esa gente que no está asegurada, por supuesto, sin destacar que en buena medida este es precisamente el efecto de las políticas intervencionistas anteriores.

Es cada vez más racional que la gente no esté asegurada.

Obviamente, abandonar el mercado del seguro es hacer algo arriesgado, pero la gente joven y sana está casi loca para pagar las altas primas que se producen por subvencionar todos estos estilos de vida poco saludables y cubrir riesgos que saben que no se les aplican.

Esta es una lección en la lógica del intervencionismo.[5] El primer acto intervencionista produjo un gran lío: las primas de seguro siempre suben porque a las aseguradoras ya no se les permite discriminar correctamente y se ven incluso obligadas a incluir riesgos no asegurables. Así que ahora surge el problema de que cada vez más personas las abandona. Para quienes siguen asegurados, las primas tienen que aumentar para ajustarse al hecho de que muchos están abandonando.

El siguiente paso, el cual en Estados Unidos estamos a punto de dar, es hacer obligatorio el seguro de salud. ¡No más abandonos! Si se da este paso —seguro de salud obligatorio, con todas los demás mandatos en vigor— entonces, por supuesto, las primas se dispararán aún más de lo que lo han hecho en el pasado.

¿Cuál será entonces el siguiente paso? Esto también puede predecirse fácilmente: deben imponerse controles de costos. Habrá una rebelión por parte del público, que dirá: «¡El precio está fuera de control! ¡El gobierno tiene que hacer algo!». Pero todo lo que puede hacer el gobierno es realizar controles de precios. ¿Qué pasa con los controles de precios? Nos topamos con una enorme escasez de ciertos servicios, como en lugares como Canadá, donde no puedes conseguir ciertos tratamientos y hay tiempos de espera de uno o dos años para otros.

Toda provisión de atención médica se volverá cada vez más politizada: el gobierno diseñará listas de enfermedades buenas para las que conseguirás tratamiento (como el SIDA, estoy seguro) y enfermedades malas, como las que contraes por fumar demasiado. A los que tengan las enfermedades malas, el gobierno les dejará morir.

¿A dónde lleva luego todo esto? La intervención en el mercado del seguro crea una disminución cada vez mayor de la responsabilidad individual, crea cortoplacismo y genera riesgos peligrosos. Dejadme que os enseñe otra cita de Mises, que era extremadamente clarividente en todo esto:

Los factores psíquicos que en el hombre, como en todo ser viviente, mantienen la voluntad de vivir y de actuar, no son independientes de la situación social del individuo. Esta situación puede lo mismo fortificarlos que debilitarlos. Es de naturaleza propia a estimularlos en el caso de los miembros de una tribu de beduinos que viven de la caza. Sucede lo mismo, aunque sea diferente, cuando se trata de los ciudadanos de una sociedad capitalista fundada en la propiedad privada de los medios de producción. Al contrario, se paralizan estos factores cuando una organización social permite al individuo vivir sin trabajar o proporcionar un trabajo reducido, sin que su ingreso se vea sensiblemente perjudicado, si la única condición para ello es que su capacidad de trabajo se vea disminuida por enfermedad o por un accidente. Las cosas no son tan sencillas como lo parecen a la patología ingenua del médico militar o del médico de prisiones.

El seguro social ha hecho de la neurosis de los asegurados la enfermedad más peligrosa del pueblo. Al dar amplitud al seguro se propagará igualmente la enfermedad, y ninguna reforma sería capaz de remediar este mal. Es imposible debilitar o suprimir la voluntad de estar bien de salud en el individuo sin provocar la enfermedad.

Los cárteles

Dejadme añadir algunos comentarios finales sobre los altos precios que tenemos que pagar por la atención médica. La regulación de los seguros es solo una razón para este desastre. También están los importantes problemas de la FDA y la AMA.

Para arreglar el sistema de atención médica, tenemos que abolir la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) [por sus siglas en inglés] y todas las administraciones públicas de salud e higiene, que exigen que todos los productos farmacéuticos estén licenciados por ellas antes de puedan ser comercializadas. Estas instituciones retrasan la producción y entrega de medicamentos, aumentan los costos de producción y causan, por tanto, precios innecesariamente altos, así como las innecesarias muertes y el sufrimiento que derivan del hecho de que no aparezcan en el mercado los medicamentos eficaces hasta que mucha gente haya muerto o sufrido durante muchos años.[6]

Además de la regulación de los seguros y las licencias farmacéuticas, todos los Estados de bienestar tienen requisitos de licencia altamente restrictivos para facultades de medicina, hospitales y farmacias, para doctores en medicina y otros profesionales de salud. Es decir, la oferta de doctores, por ejemplo, está restringida sistemáticamente. Como todas las profesiones, la profesión médica ha intentado cartelizar el sector, reducir la oferta de doctores y así aumentar el precio de los servicios médicos. La Asociación Médica Americana (AMA) ha tenido más éxito en este sentido que otras profesiones. Se han dedicado a lo que son básicamente políticas sindicales, la cartelización de su forma de trabajo.

La herramienta que usó la AMA para crear y mantener su cartel laboral es la concesión gubernamental de licencias a las facultades de medicina. Como sabéis, hay una enorme demanda de personas para estudiar medicina. ¿Por qué hay entonces escasez en la provisión de educación médica? En un mercado no intervenido, la respuesta normal a esa escasez sería la creación de nuevas facultades de medicina. ¿Por qué entonces no desaparece esta escasez? ¿Por qué hay largas colas de personas que son rechazadas y no pueden ingresar en la facultad de medicina? La respuesta es, por supuesto, porque la apertura de nuevas facultades de medicina está prohibida.

¿Y quién está detrás de esta prohibición de nuevas facultades? La misma gente que incluso intenta obligar a las facultades de medicina existentes a no llenar todas las plazas libres que tienen: los médicos establecidos actualmente.[7] Mas eliminando todos los requisitos de licencia para facultades de medicina y los médicos, la oferta de productos y servicios de atención médica aumentaría casi instantáneamente y los precios bajarían en general, y además aparecerían en el mercado una mayor variedad de productos de atención médica.

¿Qué pasa con la calidad de la nueva oferta de productos y profesionales? Agencias de acreditación voluntarias en competencia tomarían el lugar de las licencias gubernamentales obligatorias que existen actualmente, asumiendo que los proveedores de atención médica crean que esa acreditación mejoraría sus reputaciones y que los buscadores de atención médica crean que mejoraría su seguridad. Los doctores presentarían su solicitud al consejo de acreditación más restrictivo cuyos estándares crean que pueden cumplir. Algunos se presentarían al Consejo de Acreditación Médica de Harvard, algunos al Consejo de Acreditación de la Autoridad del Valle de Tennessee o lo que sea que exista. Los clientes acudirían a la acreditación o a las clasificaciones de los consejos en los que más confíen para los doctores que mejor puedan permitirse.

Para quienes creen que la seguridad del consumidor se vería dañada bajo un sistema tan abierto y competitivo (un mercado libre en la atención médica), dejadme que use una analogía. Supongamos que fuerais a decir: «Mirad, algunas personas tienen coches Chevy de mala calidad, que son menos seguros y menos cómodos. Esto está lejos de nuestro objetivo de que todos los consumidores tengan solo lo mejor. Por tanto, deberíamos insistir en que todos los coches tengan los estándares de un BMW o un Mercedes». ¿Terminaríamos todos con la comodidad y seguridad de conducir coches de lujo? Por supuesto que no. Muchos de nosotros tendríamos que recurrir a las bicicletas o a ir a pie. Si todos los coches tuvieran que ser de lujo, muy pocos podríamos conducir cualquier tipo de coche.

Con respecto a los doctores, se ha producido una situación similar. Básicamente, hemos prohibido todos los doctores Chevy que se centran en los problemas de salud menores y menos caros (que son, en realidad, los que tiene la mayoría de la gente) y nos vemos forzados a usar en su lugar doctores Mercedes, que cobran precios de Mercedes incluso para dolencias menores que pueden ser solucionadas por gente con significativamente menos formación.


Traducido originalmente del inglés por Mariano Bas Uribe. Revisado y corregido por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.


Notas

[1] Salvo, por supuesto, que exista el motivo por parte de los asegurados para subsidiar a otros grupos. Si soy un apasionado de los jugadores de fútbol y no me importa pagar una prima mayor por su riesgo, entonces puede darse esta redistribución sistemática de ingresos.

[2] Mises, La acción humana, capítulo 6, sección 3.

[3] [Nota del editor de esta traducción: Las traducciones de las citas del libro señalado en la nota 2 corresponden a la versión de Joaquín Reig Albiol].

[4] [Nota del editor de esta traducción: Las traducciones de las citas del libro mencionado corresponden a la versión de Luis Montes de Oca].

[5] «El intervencionismo no puede considerarse como un sistema económico destinado a quedarse. Es un método para la transformación del capitalismo en socialismo mediante una serie de pasos sucesivos». Ludwig von Mises, «Middle of the Road Policy Leads to Socialism».

[6] Dale Steinreich, «Playing God at the FDA».

[7] Véase los artículos de Dale Steinreich para Mises.org, «100 Years of Medical Robbery» y «Real Medical Freedom». Véase también Henry Jones, «How Medical Boards Nationalized Health Care».