≡ Menu

La Primera Guerra Mundial como el fin de la civilización | World War I as the End of Civilization

Oscar Grau has translated into Spanish Hoppe’s speech World War I as the End of Civilization (1994). This was a conference recorded at the Mises Institute. Spanish subtitles have also been added to a YouTube video.

For more Spanish translations, click here.

La Primera Guerra Mundial como el fin de la civilización

Conferencia impartida en mayo de 1994 para el Instituto Mises.

La Primera Guerra Mundial ha sido frecuentemente descrita como una de las importantes líneas divisorias de la historia. Lo que quiero hacer es explicar en qué consisten las diferencias entre el periodo de la historia anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial, y demostrar que desde la Primera Guerra Mundial tenemos ciertos motivos para calificar este periodo como uno de descivilización.

Quiero hacer las siguientes cosas; primero quiero presentarles de manera breve la teoría económica y luego quiero aplicar esta teoría al periodo anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial, y después quiero mostrarles el poder predictivo de esta teoría.

Permítanme empezar con la teoría, el gobierno es un monopolio territorial de coacción o un monopolio territorial de violaciones a los derechos de propiedad. Y de todo gobierno debe esperarse una tendencia a crecer y también otra a su expansión territorial. Sin embargo, distintas formas de gobierno afectan, por decirlo así, estas dos tendencias hacia el crecimiento interno y la expansión territorial. Podemos distinguir entre dos tipos de formas de gobierno.

Lo que intentaré hacer ahora es algo que no he visto nunca en la literatura aun cuando es una idea muy elemental.

Podemos usar una distinción de la ciencia económica entre la propiedad privada y la propiedad pública también al aplicarla a la institución del gobierno.

Los gobiernos pueden ser de propiedad privada, que sería una situación en que existiera un gobernante que es propietario del gobierno como si fuese su propiedad privada. Concretamente tendría el derecho a legar la propiedad en el gobierno a futuras generaciones. Y podemos tener gobiernos de propiedad pública, donde custodios que no son propietarios del gobierno están temporalmente a cargo del mismo. Ellos, por supuesto, no pueden legar a futuras generaciones la propiedad del gobierno. Y los gobiernos de propiedad pública serán también instituciones donde existe la libre entrada, por decirlo así, a la institución de gobierno, mientras que si hay posesión privada del gobierno, entonces obviamente no existe la libre entrada a la institución del gobierno.

Ahora, por esta diferencia, entre el gobierno de propiedad privada y el gobierno de propiedad pública, pueden hacerse un número de deducciones usando unas pocas suposiciones adicionales. Recorreré estas muy rápidamente.

La primera predicción: Podemos decir que un propietario privado del gobierno tiene un incentivo económico para maximizar su riqueza total, eso significa que estará interesado en preservar el valor del capital del gobierno de su reinado, por así decirlo.

Por otro lado, si los gobiernos son de propiedad pública, el incentivo económico de aquellos encargados no es preservar el valor del capital del reinado o del gobierno, sino que el incentivo es saquear el país lo más rápido posible, porque lo que no se pueda saquear en el presente quizá nunca pueda saquearse en el futuro.

La segunda predicción está íntimamente relacionada con la primera y es esta: A causa del hecho de que en un gobierno público existe la libre entrada, mientras que un gobierno de propiedad privada está bastante restringido —lo transfieres tú mismo a futuras generaciones—, existe en los gobiernos privados una clara distinción, por decirlo así, entre los gobernantes y aquellos que están siendo gobernados. Todos reconocen claramente quiénes son los gobernantes y quiénes están siendo gobernados.

Por otro lado, en un gobierno de propiedad pública quizás estés entre los gobernados ahora mismo, pero tienes la oportunidad de convertirte en el gobernante mañana. Todos pueden convertirse en presidente, por decirlo así. Nadie puede convertirse en rey.

La tercera predicción: Como consecuencia habrá por parte del público más resistencia contra el gobierno de una persona privada que contra una persona que puede ser sustituida por otros individuos. Habrá una resistencia mucho más pronunciada contra el dominio del gobierno bajo un gobierno privado que la que habrá bajo un gobierno de propiedad pública.

Un propietario privado del gobierno, por ejemplo, no incurrirá en deudas como el encargado del gobierno público probablemente lo haría. Porque el encargado público está exento de la responsabilidad por las deudas en las que incurre. La deuda será pagada por futuros encargados y no por él mismo.

La cuarta predicción: Un propietario privado del gobierno se abstendrá en gran medida a redistribuir el ingreso en la sociedad civil. Lo que él haría es redistribuir el ingreso de la sociedad civil a sí mismo.

¿Por qué se restringiría a sí mismo a redistribuir el ingreso en la sociedad civil? Porque se da cuenta de que si redistribuyera el ingreso en la sociedad civil, disminuiría, por así decirlo, el valor de su reinado, alentaría el comportamiento no productivo, etcétera. Y entonces evitaría estas cosas.

Por otro lado, un encargado público del gobierno, porque tiene que ser reelecto, haría, por supuesto, tremendos esfuerzos para redistribuir el ingreso en la sociedad civil. Después de todo tiene que ser reelecto por aquellas personas. Y por medio de hacer promesas a las mismas, él sabe que esta es la manera de ser reelecto.

La quinta predicción tiene que ver con la guerra y la política extranjera, y es la siguiente: Si bien los propietarios privados también tienen una tendencia para ir a la guerra y para expandir sus territorios, los propietarios privados tienen que recurrir a una manera diferente de expandir sus territorios, y esa es por medio de la participación en la política del matrimonio; yo puedo simplemente hacer que mi hijo se case con la hija de otro gobernante y de ese modo, repentinamente, mi territorio es más grande. Por lo que puedo recurrir a medios pacíficos, por decirlo así, para extender mi territorio; mientras que si soy un encargado público, no existe otra manera excepto la de llevar a cabo conquistas.

Bien, ahora quiero aplicar esta teoría. Primero quiero explicar por qué la Primera Guerra Mundial es, por así decirlo, un punto en la historia al cual esta teoría puede ser aplicada. Obviamente, está implícito en lo que dije hasta ahora que el típico e histórico ejemplo para los gobiernos privados, en la manera en que los he descrito, son las monarquías. Por otro lado, para el gobierno de propiedad pública, el típico ejemplo serían las democracias republicanas.

Podemos decir que en la mayor parte de la historia humana, en la medida en que tenemos cualquier gobierno en absoluto, la humanidad fue gobernada por monarcas. Han existido algunas excepciones; Atenas y la Grecia clásica; la República romana; Venecia y Florencia durante el periodo renacentista; Las Provincias Unidas que más tarde se convirtieron en Los Países Bajos desde 1648 a 1673; y luego el periodo de (Oliver) Cromwell; y también Suiza. Pero estas fueron excepciones y usualmente excepciones cortas. La mayor parte del mundo era gobernada por monarcas.

La importancia histórica mundial de la Primera Guerra Mundial consiste en el hecho de que la misma constituye un punto en la historia donde abandonamos, por decirlo así, la era monárquica en la cual la humanidad vivía antes y entramos, por así decir, a la era republicana democrática.

Esta transición de la era monárquica a la era republicana se dio lugar desde los tiempos de la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial. La primera gran república en Europa, obviamente la República Francesa.

Luego de la derrota de Napoleón, en el congreso de Viena en 1815 el orden monárquico es restituido en Europa. No obstante, la Revolución Francesa dejó algunas huellas importantes. Y estas huellas pueden ser identificadas como la tendencia durante todo el siglo XIX a incrementar gradualmente el derecho al voto; no existía prácticamente ningún derecho al voto antes de eso.

En Francia, por ejemplo, el sufragio universal masculino se introdujo otra vez en 1848. Incluso los más fervientes proponentes del sufragio universal sólo consideraban a los hombres en el siglo XIX. Las mujeres fueron incluidas apenas en el siglo XX. En Gran Bretaña, la expansión del derecho al voto ocurrió en 1832 y en 1867, y otra vez una expansión se dio lugar nuevamente en 1884. Y para 1900 más o menos 3/4 de todos los adultos varones tenía el derecho a votar. En Prusia, el sufragio universal masculino es introducido en 1850, sin embargo, todavía estratificado en tres clases distintas dependiendo de la cantidad de impuestos que la gente pagaba. Y en 1871, el sufragio universal masculino es también adoptado por la Cámara Baja en Alemania. En Italia, el sufragio universal es esencialmente introducido en 1913. En Austria en 1907. Además, entre 1890 y 1910 el sufragio universal es introducido en Bélgica, Holanda, Noruega, Suecia, España, Grecia, Argelia, Serbia y Turquía.

A pesar de esta mutilación, por así decirlo, de las monarquías que se dio lugar durante el siglo XIX, todavía existen solamente dos repúblicas al momento del estallido de la Primera Guerra Mundial, Suiza y Francia.

Y solamente una monarquía importante puede ser descrita como una monarquía parlamentaria, esa es la monarquía donde el poder descansa en el parlamento en lugar de descansar en el rey, que es Gran Bretaña. Sin embargo, después de la Primera Guerra Mundial el mundo entero se hace republicano democrático.

Debido a la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra mundial, desde el punto de vista de (Woodrow) Wilson, la guerra fue una guerra ideológica, asimismo una guerra dirigida contra los monarcas en Europa. Especialmente contra la monarquía de los Habsburgo en Austria y los Hohenzollern en Alemania.

Como resultado de la Primera Guerra Mundial, los Románov son rebasados en Rusia, los Hohenzollern en Alemania, los Habsburgo en Austria. Todos los otros países, incluso aquellos países que permanecen nominalmente monárquicos en orden, ya no son monarquías porque ahora todo el poder descansa en los parlamentos, y tenemos, luego de la Primera Guerra Mundial, en casi todos lados el sufragio universal masculino y femenino. Todos los Estados recientemente creados luego de la Primera Guerra Mundial se convierten en repúblicas democráticas.

Para darles una idea, los Estados recientemente creados: Holanda, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Hungría, Checoslovaquia; todos esos originados después de la Primera Guerra Mundial. Producidos como el resultado de la destrucción del Imperio austrohúngaro y Rusia especialmente.

Ahora permítanme tan solo ilustrar, por decirlo así, el poder predictivo de la teoría que presenté al comparar la historia anterior a la Primera Guerra Mundial con la historia posterior a la Primera Guerra Mundial.

Primero el cobro de impuestos. Durante toda la era monárquica hubo una ligera tendencia del gobierno por incrementar la carga de impuestos en general, pero por cientos de años básicamente la cantidad de impuestos recaudada por el gobierno no excedía el 5 a 8% del PNB (del producto nacional). No existía ningún impuesto sobre la renta; prácticamente ningún país con impuesto sobre la renta antes de 1914.

Y para los 1900, incluso con la expansión del sufragio, el tamaño del gobierno en todos los países europeos promediaba no más de alrededor del 10% del producto nacional.

Desde el comienzo de la era republicana democrática, los impuestos del gobierno como porcentaje del PNB durante las décadas de 1920 y 1930 incrementaron al 20 a 30%, y en la actualidad [1994], la carga de impuestos como porcentaje del PNB ha alcanzado el 50% en menos de 100 años, luego de varios cientos de años de prácticamente ningún incremento en la cantidad general de impuestos.

Si miras al empleo gubernamental, el empleo en el gobierno consistía en no más de 2 a 3% durante casi toda la era monárquica, es decir, por varios cientos de años.

El empleo gubernamental hoy en día, con la libre entrada al aparato del gobierno, por así decirlo, en todos los países occidentales está aproximadamente entre el 15 al 20% de la población laboral. Si miramos a cuestiones como la inflación, la era monárquica fue caracterizada en general por la existencia de un dinero mercancía, a ningún único individuo le podía ser confiado, por decirlo así, la posibilidad de tener el monopolio de emitir un papel moneda puro. Sin embargo, la era republicana, donde el dominio se vuelve anónimo, ha sido caracterizada en el comienzo por un patrón cambio oro, que es un falso patrón oro, y luego finalmente por un papel moneda puro.

Si comparo, digamos, a Gran Bretaña siendo el poder financiero principal en el siglo XIX con Estados Unidos siendo el poder principal en el siglo XX, en Inglaterra, por ejemplo, bajo estándares de dinero mercancía, de 1660 a 1760 los precios bajaban continuamente; de 1760 a 1860 los precios bajaban continuamente; de 1860 hasta 1910 el índice de precios bajó de 100 a 80 puntos.

La oferta monetaria en Gran Bretaña de 1845 a 1918, un periodo de más de 70 años, aumentó alrededor de 6 veces.

Si ahora comparas esto con la nueva era, por así decirlo, entonces encontrarás lo siguiente: el índice de precios al por mayor en Estados Unidos en 1921 fue 113, en 1948 fue 185, en 1971 fue 255, en 1981 fue 658 y en 1991 fue alrededor de 1000. Así que un aumento continuo en la oferta monetaria.

Si miras los gráficos de la oferta monetaria, encuentras que desde 1918 a 1991 —otra vez un periodo de 70 años— la oferta monetaria en Estados Unidos aumentó alrededor de 64 veces. Se duplicó desde 1918 a 1939, luego se duplicó otra vez llegando a 1944, nuevamente hasta 1959, así otra vez para 1969, luego otra vez llegando a 1977 y luego hasta 1985, y se duplicó otra vez mientras tanto [1994].

Si miras a la deuda y el interés, durante la era monárquica la deuda del gobierno era esencialmente la deuda de la guerra, es decir, durante las guerras se incurría en deudas, y porque las guerras eran frecuentemente largas, la tendencia general de la deuda era aumentar. Sin embargo, durante periodos de paz la carga de la deuda era usualmente disminuida. Inglaterra tenía antes de la Primera Guerra Mundial una acumulación de deuda menor que la que tenía después de las guerras napoleónicas, es decir, por cien años una importante disminución en la carga de la deuda ocurrió. Además, los reyes por lo general tenían que pagar por encima de las tasas de interés del mercado con el fin de asegurar los préstamos, porque la gente obviamente reconocía que era un tremendo riesgo prestar dinero a estas personas.

Por otro lado, si comparas ahora el sistema actual [1994] de deuda, encuentras que, antes que nada, la deuda ahora aumenta en periodos de paz y en periodos de guerra, no existe ningún periodo en absoluto donde la deuda no aumente. Y en segundo lugar, la deuda es ahora vendida y, de hecho, por debajo de las tasas de interés del mercado, porque los gobiernos pueden monetizar su deuda, básicamente imprimen dinero para financiar su deuda.

Si miramos a las tasas de interés, un indicador particular interesante, la tendencia secular de tasas de interés es la de bajar. Si vas al comienzo de la civilización, encontramos que en la Grecia clásica las tasas de interés fueron de alrededor de 16 a 18%. Y la tendencia general era a veces al alza y otras a la baja, pero la tendencia general de las tasas de interés fue de bajar continuamente.

Para 1900, la mínima tasa de interés en todos los países europeos era significativamente menor al 3% y cercana al 2%. Si comparamos esto con la era republicana democrática encontramos que durante la era republicana las tasas de interés ya no bajaron. A pesar del hecho de que los ingresos reales en el tiempo actual [1994] son más altos y deberíamos esperar que las tasas de interés fueran más bajas.

Las tasas de interés del siglo XX han estado siempre por encima de las tasas de interés del siglo XIX. Incluso si tenemos en cuenta, por ejemplo, el hecho de que por lo menos desde la década de 1970 en que hay prima de inflación incorporada en la tasa de interés nominal y restamos esta prima de inflación para obtener algún tipo de estimación de la verdadera tasa de interés, todavía encontramos que en promedio las tasas de interés parecen estar alrededor del 4 al 5% en el siglo XX. Esto significa que las tasas de interés están ahora tan altas como estaban en el siglo XV en Europa.

Y los ahorros, influenciando obviamente las tasas de interés, los ahorros en Estados Unidos están alrededor del 5% de la renta disponible, que es más o menos la misma tasa de ahorro que tuvimos en la Inglaterra del siglo XVII donde la gente era extremadamente más pobre de la que es ahora y hubiera sido obviamente mucho más difícil para la gente ahorrar eso.

Siguiente indicador. La ley, la legislación, la asistencia social y el crimen. La legislación durante la era monárquica básicamente no existía, los monarcas no creaban nuevas leyes, aceptaban el derecho preexistente de la propiedad privada, asumían o aceptaban por ellos mismos también las reglas de la propiedad privada.

Mientras tanto, por supuesto, así como tenemos la inflación del papel moneda también tenemos la inflación legal. Cada país entretanto promulga decenas de miles de leyes cada año, creando obviamente muchísima incertidumbre legal.

En cuanto a la asistencia social, las monarquías tomaban en promedio como dije, durante el siglo XIX, por ejemplo, 5% del producto nacional y gastaban 50% de esto en gastos militares. Hoy en día [1994], los gobiernos toman 50% del producto nacional y de eso gastan 10 a 20% en gastos militares, que sería alrededor de 5 a 10% del PNB, mientras que los sistemas monárquicos gastaban 2.5% del PNB en gastos militares. Aunque más importante que esto es lo siguiente: el 50% del gasto del gobierno es hoy en día gastado en la legislación social y el Estado de bienestar, algo que básicamente no existía bajo el orden monárquico. Entre las consecuencias del gasto social —solamente quiero señalar una de las consecuencias— está la reducción de la importancia de las familias. Por varios cientos de años, por ejemplo, la tasa de natalidad estuvo entre 30 y 40 por cada 1000 habitantes, un poco más en países católicos, un poco menos en países protestantes. En el siglo XX la tasa de natalidad ha caído a 15 a 20 por cada 1000 habitantes, es decir, básicamente a la mitad.

Con respecto a las tasas de criminalidad, hubieses esperado que si tuvieras una inundación de legislación sucediéndose, esto obviamente causara, por decirlo así, una erosión del conocimiento de lo que está bien y mal. Y hubieras esperado que la tasa de criminalidad debiera subir. Otra vez, eso es precisamente lo que puedes observar. La tasa de criminalidad durante el siglo XIX —me apoyo en datos de Herrnstein y Wilson— esencialmente bajaba año tras año. Sin embargo, de 1950 en adelante, es decir, después de tener algunas generaciones viviendo en regímenes democráticos y conforme a sentimientos igualitarios, puedes ver un aumento en las tasas de criminalidad en todo el mundo occidental.

Finalmente la guerra y la política extranjera. Como dije antes, de las monarquías esperarías que gran parte de su política extranjera consistiera simplemente en la política del matrimonio. Permítanme tan solo darles un ejemplo, los Habsburgo, el típico ejemplo. No se podría dar un gran número de ejemplos. ¿Cómo expandían sus territorios las monarquías? Maximiliano (I de Habsburgo), el emperador que gobernó de 1493 a 1519, se casó con María de Borgoña y heredó el reino de Borgoña, que incluyó extremos occidentales de Francia y Holanda, a través de este matrimonio. Y ellos tuvieron un hijo, Felipe, y Felipe se casó con Juana (I de Castilla), quien fue heredera de Fernando (II de Aragón) e Isabela (I de Castilla) de España, y de esta manera ellos adquirieron España. Y estos dos tuvieron un hijo quien fue Carlos V, que poseyó un territorio que incluía Austria, Holanda, España y posesiones americanas.

Las guerras durante la era monárquica fueron básicamente disputas heredadas, había mestizaje y a veces las dinastías desaparecían. Y luego, obviamente, ocurrían guerras por herencias. Pero porque eran disputas heredadas, por decirlo así, eran siempre guerras limitadas por objetivos claros («Yo quiero esto, este el trono que necesito, esta es la ciudad o esta es la provincia que tengo que obtener»).

Permítanme tan solo leerles una cita de Guglielmo Ferrero, un colega de Mises durante su estadía en Suiza que describió esto: la guerra durante el siglo XVIII. Básicamente se aplica también para las guerras previas e incluso para las guerras del siglo XIX. Y él dice algo como esto:

La guerra se volvió limitada y circunscrita por un sistema de reglas precisas. Era definitivamente considerada como un tipo de combate único entre los ejércitos, la población civil siendo casi espectadora. Los saqueos, requisas y actos de violencia contra la población estaban prohibidos tanto en el país de origen como en el país enemigo. Cada ejército establecía depósitos en su retaguardia, en ciudades elegidas cuidadosamente, trasladándolos según se desplazaban (…) El servicio militar obligatorio existía solamente en una forma rudimentaria y esporádica (…) Los soldados siendo escasos y difíciles de encontrar, se hacía todo lo posible para garantizar sus cualidades mediante un entrenamiento largo, paciente y meticuloso, pero como esto era costoso, los hacía muy valiosos, y era necesario que sólo muriera la menor cantidad posible. Teniendo que economizar sus hombres, los generales intentaban evitar las batallas. El objetivo de la guerra era la ejecución de maniobras habilidosas y no la aniquilación del adversario. Una campaña sin batallas y sin la pérdida de vidas, una victoria obtenida por una combinación inteligente de movimientos era considerada el logro más importante de este arte, el diseño ideal de la perfección. (…) Era la avaricia y el cálculo lo que hacía a la guerra más humana (…) La guerra se convirtió en una clase de juego entre soberanos. Una guerra era un juego con sus reglas y desafíos: un territorio, una herencia, un trono, un tratado. El perdedor pagaba, aunque tan solo una proporción era mantenida siempre entre el valor del desafío y los riesgos a ser tomados, y las partes estaban siempre en guardia contra el tipo de obstinación que hace a jugador perder la cabeza. Ellos intentaban mantener el juego en mano y saber cuándo parar.

Pero en contraste con esto, las guerras republicanas siempre han tendido a ser guerras motivadas ideológicamente, y en consecuencia también guerras totales, es decir, no han tenido objetivos territoriales limitados. Ya abundan ejemplos para esto en la historia antigua. Atenas fue extremadamente imperialista y vilmente brutal contra sus enemigos. En la República romana, digamos, un tipo como Julio César fue un imperialista temerario. La República suiza fue famosa durante el medioevo por la ferocidad de sus combatientes, y por un corto periodo de tiempo parecía que Suiza podría convertirse en un gran poder europeo, hasta que fue finalmente puesta en su lugar y luego permaneció tan pequeña como es hoy en día. (Oliver) Cromwell fue nada más que un gran carnicero. Las guerras napoleónicas fueron extremadamente brutales, también por primera vez habían introducido la conscripción masiva. Los ejércitos alcanzaron tamaños que nunca habían alcanzado antes. La Guerra Civil en los Estados Unidos, el típico ejemplo de una guerra motivada ideológicamente, y otra vez hubo conscripción masiva y terminó en matanzas enormes. Y la Primera Guerra Mundial fue el último ejemplo de esto.

Permítanme tan solo citar al General J. F. C. Fuller, uno de los historiadores militares más destacados, sobre cómo él resume, por decirlo así, las diferencias entre las guerras monárquicas y las democráticas. Él dice algo como esto:

La influencia del espíritu de la nacionalidad, es decir, de la democracia sobre la guerra fue profunda, le impartió lo emocional y consecuentemente la brutalizó. En el siglo XVIII las guerras fueron en gran medida las actividades de reyes, cortesanos y caballeros, los ejércitos vivían en sus depósitos, interferían lo mínimo posible con la gente, y como los soldados eran pagados por el bolsillo privado del rey, eran muy costosos para ser desperdiciados ligeramente en ataques en masa. El cambio llegó con la Revolución Francesa, y como los ejércitos se convertían más y más en el instrumento de la gente, no solamente crecían en tamaño, sino en ferocidad. Los ejércitos nacionales peleaban a las naciones, los ejércitos reales a sus similares; los primeros obedecían a la turba —siempre enloquecida—, los segundos a un rey —generalmente cuerdo—. Todo esto se desarrolló por la Revolución Francesa, que también dio al mundo el servicio militar obligatorio, la guerra de rebaños y el rebaño unido a la financiación y al comercio han engendrando nuevos ámbitos de guerra. Porque una vez que toda la nación lucha, luego todo el crédito nacional está disponible para los propósitos de la guerra.

Permítanme llegar aquí a una conclusión. Pues así, desde 1917 prácticamente todo indicador de preferencia temporal alta o creciente —es decir, la orientación a corto plazo— ha exhibido una tendencia sistemática ascendente. En cuanto concierne al gobierno, el republicanismo democrático produce comunismo, y con esto la esclavitud pública y la auspiciada matanza masiva del gobierno —incluso en tiempos de paz—, el fascismo, el nacionalsocialismo, y por último y más permanentemente la socialdemocracia, o lo que es llamado en Estados Unidos «liberalismo». El servicio militar obligatorio se ha vuelto casi universal, las guerras civiles y extranjeras han aumentado en frecuencia y brutalidad, y el proceso de la centralización política ha avanzado más lejos que nunca.

Internamente, el republicanismo democrático ha conducido comúnmente a crecientes impuestos, a la deuda y el empleo público; ha llevado a la destrucción del patrón oro, la inflación incomparable de papel moneda, un mayor proteccionismo y un control migratorio incrementado. Incluso las disposiciones más fundamentales del derecho privado han sido pervertidas por una incesante inundación de legislación y regulación.

Simultáneamente, con respecto a la sociedad civil, las instituciones del matrimonio y la familia han sido destruidas a través de la legislación de la asistencia social, y en consecuencia, el número de hijos ha disminuido, y las tasas de divorcio, los bastardos, la paternidad soltera y los abortos han aumentado. Antes que aumentar con ingresos crecientes, las tasas de ahorro se han estancado o incluso han caído.

En comparación con el siglo XIX, la habilidad cognitiva de las élites políticas e intelectuales y la calidad de la educación pública han decaído. Las tasas de delincuencia, el desempleo estructural, la dependencia de la asistencia social, el parasitismo, la negligencia, la imprudencia, la incivilidad, la adulación y el ocultamiento han aumentado.

Entonces, la consecuencia es, ¿qué podemos hacer al respecto? ¿Se puede hacer algo para impedir que el proceso de descivilización siga su curso completo, por decirlo así? ¿Y qué se puede hacer? Por sobre todas las cosas, yo estimaría que la idea de la democracia y el gobierno democrático debe ser deslegitimada. En última instancia, el curso de la historia humana es, por supuesto, determinado por las ideas. Ya sean verdaderas o falsas. Y así como los reyes no pudieron haber ejercido su reinado a menos que una mayoría de la opinión pública aceptara tal reinado como legítimo, tampoco los gobernantes democráticos pueden perdurar sin apoyo ideológico en la opinión pública.

Del mismo modo, la transición del gobierno monárquico al democrático debe ser explicada como fundamentalmente nada más que un cambio en la opinión pública. Hasta el fin de la Primera Guerra Mundial, la abrumadora mayoría del público en Europa aceptaba el gobierno monárquico como legítimo. Y hoy en día casi nadie haría eso. De hecho, la idea del gobierno monárquico es considerada actualmente irrisoria. Por consiguiente, creería que un retorno al antiguo régimen tiene que ser visto como imposible. La legitimidad del gobierno monárquico parece haberse perdido irreversiblemente, tampoco tal retorno sería una solución genuina. La idea del gobierno republicano democrático debe ser más bien retratada de igual si no de manera más ridícula que la del gobierno de los monarcas. No menos al identificar el republicanismo democrático como la fuente de la descivilización.

Debe ser aclarado que no es el gobierno monárquico ni el democrático, sino la propiedad privada y el reconocimiento y la defensa de los derechos de propiedad privada lo que constituye la fuente última de la civilización humana. Y estratégicamente, con el fin de promover la deslegitimación de la democracia y al mismo tiempo avanzar la legitimidad suprema de la propiedad privada, el contrato y la responsabilidad individual, se debe dar apoyo ideológico a todas las fuerzas sociales descentralizadoras o incluso secesionistas, porque un gobierno territorialmente más pequeño permite la moderación. Y solamente en comunidades regionales pequeñas se hace posible que las élites naturales emerjan, cuyas autoridades voluntariamente reconocidas pueden conferir legitimidad al establecimiento ideal de un sistema puro de propiedad privada o una sociedad pura de ley privada como la solución a la monarquía y a la democracia.


Traducido del inglés por Oscar Eduardo Grau Rotela. El material orgininal se encuentra aquí.