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La doctrina económica de los nazis | The Economic Doctrine of the Nazis

Oscar Grau has translated into Spanish Hoppe’s speech The Economic Doctrine of the Nazis (2005). This was a conference recorded at the Mises Institute.

For more Spanish translations, click here.

La doctrina económica de los nazis

Una conferencia impartida en el Instituto Mises en octubre del año 2005.

Y ahora paso a la comparación de Hitler con Roosevelt, no tan divertida pero asimismo instructiva. Hitler y Roosevelt llegaron al poder prácticamente al mismo tiempo, a comienzos de 1933 cuando La Gran Depresión ya había sobrepasado su pico, que ocurrió básicamente en 1932. Ambos hombres empezaron su mandato con una declaración de emergencia y exigieron un empoderamiento especial para sí mismos.

El problema más acuciante que enfrentaron ambos fue el desempleo masivo. En Estados Unidos, la tasa de desempleo en 1933 era de 24,9%, en Alemania, la tasa de desempleo en esos tiempos era de 20%.

Por la teoría austriaca del ciclo económico, sabemos lo que hay que hacer y lo que no para poder salir de una crisis económica que fue causada por la expansión crediticia.

Lo que debemos hacer es:

1 – Debemos parar de inflar y de expandir el crédito aún más. Porque fue eso, después de todo, la causa de la crisis misma.

2 – No impedir ni retrasar la liquidación de las malas inversiones. Se han hecho malas inversiones, deben ser liquidadas tan rápido como sea posible, de tal manera que los recursos puedan ser usados productivamente otra vez.

3 – No intentar mantener los salarios. Algunos salarios tendrán que bajar, no necesariamente todos, pero algunos sí. No intente mantener los precios. Algunos precios tendrán que bajar, no necesariamente todos, pero algunos sí.

4 – No estimular el consumo, en su lugar estimular el ahorro. Porque lo que se da lugar en una recesión es precisamente una falta de ahorro que se pone de manifiesto.

Ahora bien, si todo esto se hace, es decir, si la gente en verdad sigue estos consejos, entonces sabemos que las recesiones pueden terminar en un año o dos como máximo. Esto no fue manifiestamente el caso en Alemania o Estados Unidos. En ambos países llevó años para salir de la crisis, pero curiosamente llevó más tiempo en Estados Unidos —a saber, esencialmente hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial— de lo que llevó en Alemania.

Por lo tanto, obviamente en ambos países se cometieron errores importantes en cuanto a la política económica se refiere, pero más errores se cometieron en realidad en Estados Unidos que en Alemania.

Primero, como el indicador más importante del éxito en la mente del público, el asunto del desempleo. Del 20% en 1933, el desempleo en Alemania cayó a 12,5% en 1934, a 9,6% en 1935, a 5,7% en 1936, a 2,5% en 1937 y a menos del 1% en 1938. Para ese entonces el pleno empleo fue obviamente alcanzado y, de hecho, surgió una escasez de trabajo y los servicios se volvieron parcialmente obligatorios. En contraste, el desempleo en Estados Unidos sólo disminuyó lentamente de 24,9% en 1933 a 14,3% en 1937 y luego, de hecho, aumentó de nuevo a 19% en 1938, y todavía se mantuvo alrededor del 20% al comienzo de la guerra.

Ahora bien, ¿qué puede ser responsable de estas diferencias? Ambos gobiernos continuaron inflando —cometieron el mismo error— pero a juzgar por los índices de precios, al menos Alemania lo hizo menos que Estados Unidos. El índice de precios al consumidor en Alemania, por ejemplo, de 1932 a 1938 aumentó sólo en 4%; y el índice de precios al por mayor aumentó 12% durante el mismo periodo. En Estados Unidos, durante el mismo periodo, el índice de precios al consumidor aumentó más del 10%; y el índice de precios al por mayor más del 20%. Así que esto indicaría que más inflación fue realmente generada en Estados Unidos que en Alemania.

Ambos gobiernos aumentaron la deuda pública con el fin de financiar programas públicos de empleo masivo, pero parece que más de esta deuda fue financiada por ahorro genuino —aunque ahorro forzoso antes que por el crédito fiduciario artificial— en Alemania que en Estados Unidos.

Hoover y también Roosevelt obstaculizaron la liquidación de malas inversiones por medio del fortalecimiento de las leyes de quiebra. Hitler no hizo tal cosa. Hoover y Roosevelt, ambos aumentaron varios impuestos y de este modo estimularon el consumo. Mientras que Hitler, de hecho, bajó varios impuestos, a saber, en automóviles, impuestos inmobiliarios y en la construcción de viviendas. Y así, de este modo, estimulando el ahorro antes que el consumo.

Roosevelt incrementó significativamente el poder de los sindicatos, impidiendo de este modo una baja en los salarios. Y Hitler, en contraste, rompió el poder de los sindicatos, no precisamente de la mejor manera pero, de cualquier forma, el efecto claramente fue que la baja de salarios fue facilitada a través de sus medidas.

Roosevelt creía —que hombre loco— que los precios más bajos eran realmente la causa de la crisis en vez de ser simplemente la consecuencia o el síntoma de la crisis. Y con el fin de mantener altos los precios, se necesitó un gran sacrificio, especialmente en la agricultura al disminuir la oferta mediante la no menos que perversa política de destruir grandes cantidades de productos agrícolas. En contraste, Hitler apuntó a mantener los precios bajos aumentando el rendimiento productivo.

La siguiente frase es reveladora, aunque ambos, Hitler y Roosevelt, fueron contrarios al patrón oro, Hitler tuvo opiniones significativamente más enriquecedoras sobre asuntos monetarios que su contraparte estadunidense. De este modo Hitler declaró, por ejemplo:

El valor de una moneda depende del volumen de la producción que se sitúa detrás de ella, la producción decreciente la debilita, la producción creciente la fortalece. El dinero es solamente un asunto de la producción de papel, la verdadera tarea es aumentar la producción en la medida en que se aumenta el dinero.

(Suena casi monetarista, Friedman hubiese estado orgulloso de esa declaración, supongo).

Aparte del mayor éxito en el área del desempleo, pues, las políticas económicas de Hilter también fueron más exitosas en otros aspectos. En Estados Unidos, el PNB per cápita alcanza el nivel de 1929 —que es el nivel anterior a La Gran Depresión— apenas de nuevo en 1940, y en 1940 las estadísticas ya eran poco fiables. Y el gasto de consumo personal en 1940 en Estados Unidos estaba todavía 8% por debajo del gasto de consumo personal en 1929. Por otro lado, en Alemania, de 1933 a 1938 el PNB creció 9,5 % al año, la producción industrial 17% y el consumo privado 6,3%. De 1932 a 1938, los salarios reales crecieron 21% y el ingreso per cápita aumentó 40%. Y los niveles de ingreso de 1928 ya fueron alcanzados nuevamente en 1936.

Ahora, permítanme pasar a la filosofía económica de Hitler, si quieren llamarla así (quiero decir, sé que no fue un filósofo profesional, eso tiene en común con Bush).

Así que Hitler no se veía a sí mismo de derecha ni de izquierda, él dice:

A los nacionalistas en la derecha les falta una conciencia social. A los socialistas en la izquierda les falta una conciencia nacional. A la derecha diría, «si quieren ser nacionales, entonces, únanse al pueblo y renuncien a todo lugar de privilegio». A la izquierda diría, «ustedes, que declararon su solidaridad con toda la humanidad, primero demuestren su solidaridad con su propio pueblo, sean alemanes primero».

El nacionalsocialismo, en la opinión de Hitler, tenía que unir a los desposeídos y desheredados de la derecha y de la izquierda, y tenía que captar los elementos más activos y combativos de la extrema derecha y de la extrema izquierda.

Su movimiento era decididamente socialista, porque socialismo significa, en palabras que Hitler repetía una y otra vez en alemán, «Gemeinnutz geht vor Eigennutz» (el interés público prevalece sobre los intereses individuales). Y esta fue, de hecho, la creencia central de Hitler, la cual expresaba constantemente. La subordinación del individuo y sus sentimientos egoístas al bien mayor, concretamente, a la comunidad. En particular, el antagonismo entre la burguesía y el proletariado debía superarse dentro de la comunidad de los nacionalsocialistas.

«Gemeinnutz geht vor Eigennutz» significa en especial también «la política domina y triunfa sobre la economía». Esto es algo que también encontramos, por supuesto, expresado notablemente por algunos políticos americanos como nuestro amigo Pat Buchanan, quien también cree que la política, por supuesto, triunfa sobre la economía.

Como Hitler lo planteó, él dijo:

El pueblo está en la cima, la economía es sirviente del pueblo, y el capitalismo y el capital son sirvientes de la economía. No a la inversa. El interés del Estado viene primero que aquel del individuo privado.

Con el fin de lograr ese objetivo, de la primacía de la política sobre la economía, Hitler enfatiza repetidamente que los funcionarios del gobierno no deben tener ninguna posición —como juntas directivas o posiciones similares— en negocios empresariales. No deben siquiera poseer acciones, sino en lo posible solamente bonos del gobierno o tierras para tener las lealtades correctas. E incluso después de su retiro, no deben trabajar para empresas y convertirse en cabilderos.

Curiosamente, por la misma razón de mantener una estricta separación entre el Estado y la economía, debe haber competencia estricta y no favoritismo en el otorgamiento de contratos del gobierno. Y estéticamente, la primacía de la política sobre la economía en la Alemania nazi se vuelve expresa en la arquitectura monumental en la que Hitler se interesa en especial: no distinta de la que hallarías en la Rusia stalinista, y no tan distinta de la que hallarías también, por supuesto, en Estados Unidos durante el mismo periodo.

Ahora, ¿cómo ve Hitler el papel del mercado y el papel de la planificación económica? Hitler tendría para decir que hay alguna suerte de diferencia significativa en sus opiniones que se da lugar en el curso del tiempo. Antes de 1933, antes de que llegara al poder, Hitler era significativamente más favorable a la competencia. El motivo para eso es su visión darwinística. Después de 1933 se vuelve cada vez más favorable a la planificación, de acuerdo con su filosofía general de la primacía de la política sobre la economía.

Permítanme primero ofrecerles una declaración que hizo en 1930, cuando aún estaba en la fase de tener fuertes reservas contra una economía planificada. Allí dice él:

En todos lados en la vida, solamente unos pocos selectos pueden gobernar, entre los animales, las plantas, a donde sea que mires, el más fuerte, el mejor triunfará. En el interés del pueblo no podemos desear que las energías productivas aflojen y los estándares de vida caigan como resultado de la naturaleza no competitiva del comunismo. Toda economía planificada suspende las crudas leyes de la selección económica del ascenso de los mejores y la eliminación de los peores y los débiles, mantiene con vida o prolonga la vida de los débiles y mediocres a expensas de los superiores y más ambiciosos. Cuando considero la idea del colectivismo, parece obvio que significa igualitarismo, algo similar a lo que encontramos en manicomios y cárceles. En lo que toda la idea de la socialización como ha sido concebida hasta ahora parece ser equivocada. De alguna manera algún mecanismo de selección tiene que ser introducido si quieres alcanzar una solución natural y razonable al problema. Un mecanismo de selección para aquellos que están facultados para posiciones y cualidades y el liderazgo de negocios. La democracia política es análoga, en el área de la economía, al comunismo.

Esa es la razón por la que no necesitamos la democracia representativa, esa es la razón por la que necesitamos «Führer» (él lo concibe como la forma real de la democracia).

A pesar de la crítica de Hitler, o de su crítica inicial sobre el comunismo, el partido nacionalsocialista es todavía percibido a comienzos de 1930 por la organización de los trabajadores, en sus distintas publicaciones, como un elemento conspirativo, demagógico y terrorista del socialismo contemporáneo. Así que fue tempranamente reconocido que sus declaraciones aparentemente promercado no debían ser tomadas muy en serio. Y, de hecho, desde 1934 en adelante existieron en Alemania controles de importaciones, el comercio exterior es esencialmente monopolizado por el Estado, son introducidos los controles a la moneda, existieron controles de inversiones, controles de precios y salarios y así sucesivamente.

Aun así la posición de Hitler es la de que los negocios no deben ser socializados, solo que pueden ser socializados si son contrarios al interés de la nación. Siempre que no sea el caso —y por supuesto, él determina si es el caso o no—, sería un crimen destruir la economía. Él dice:

El individuo no tiene el derecho de decidir libremente sobre eso que tiene que ser invertido en el interés del pueblo. Si sus decisiones fueran razonables, está bien, si no, entonces el Estado nacionalsocialista debe intervenir. La tierra en particular es propiedad nacional que el individuo solamente puede tener en custodia.

Y dice:

Ya no toleraré que los capitalistas adquieran títulos a recursos naturales y luego no hagan nada porque no es rentable explotarlos. Si es necesario, confiscaré estos recursos mediante el Estado con el fin de ponerlos en uso.

Y también dice:

Los negocios de propiedad familiar son naturales y saludables, sin embargo, las acciones anónimas de las empresas pertenecen a las manos del Estado. Esto también es cierto para la producción de energía y otras industrias esenciales como de hierro y acero.

Sin embargo, para la producción de energía, él también pide por la autosuficiencia: cada granjero debería usar energía eólica o hidroeléctrica para suministrar su electricidad. Esta es la vena ecológica que tenía, de la cual también existen, por supuesto, muchos otros indicadores importantes como su vegetarianismo, su amor por los animales, su odio a los fumadores y todas esas cosas.

Y conforme a esta inclinación creciente hacia la economía planificada del gobierno, Hitler establece en 1937 varias industrias nacionalizadas; en particular la Reichswerke Hermann Göring en Salzgitter, que empleaba unos 600 mil empleados en 1940, lo que le hace la compañía gubernamental más grande en toda Europa; y también, por supuesto, la fábrica de Volkswagen en Wolfsburgo.

Empecé mi discurso con algunas comparaciones entre Hitler y otras figuras famosas y quiero terminar mi discurso diciendo algunas cosas sobre lo que Hitler pensaba de otros movimientos competidores que existieron.

Primero, unas observaciones sobre sus opiniones de los socialdemócratas. En general, Hitler saluda la lucha de los socialdemócratas por el sufragio universal, y en especial les da crédito por haber logrado el fin de la odiada monarquía, a saber, los Habsburgo. Y por supuesto, luego de la Revolución de noviembre, también eliminaron la monarquía en Alemania. Sin embargo, no le gusta esta actitud débil de los socialdemócratas, como tampoco el papel preponderante que los judíos tienen en el partido socialdemócrata. También critica la cesión de los socialdemócratas del partido originalmente revolucionario a un partido reformista. Comenta:

No puedes hacer una revolución con un partido de dos millones de miembros.

Las críticas adicionales que dirige hacia los socialdemócratas son su internacionalismo, su pacifismo, su aceptación de la democracia parlamentaria y del principio de la mayoría. En privado, en sus conversaciones familiares, Hitler siempre enfatizó su preferencia hacia los socialdemócratas por sobre los partidos burgueses: el ‘Deutsche Volkspartei’ y el ‘Deutschepartei’, o el Zentrum católico, como principalmente responsables del «crimen de noviembre», es decir, firmar el Tratado de Versalles.

En cuanto a los socialdemócratas se refiere, Hitler cree que el problema son los líderes de los socialdemócratas, no la masa de miembros del partido. Y, por supuesto, la masa de miembros del partido no tuvo, después de la toma del poder de los nacionalsocialistas, la mínima dificultad para cambiarse de un partido al otro. Por cierto, hasta hoy en día, distritos donde los nacionalsocialistas tuvieron una gran mayoría son todavía distritos donde los socialdemócratas tienen una gran mayoría, hasta esta última elección.

Sus posturas frente a los comunistas, podemos decir que su postura fundamental es una mezcla de miedo y admiración. Él admira que sean fanáticos, que no sean oportunistas, que sean valientes, que tengan voluntad de poder y que estén dispuestos a eliminar a sus enemigos. Él dice:

Los comunistas y nosotros, aquellos fueron los únicos que también tuvieron mujeres que no huyeron cuando los tiroteos empezaron, son hombres valientes con los cuales puede defenderse un Estado. En la Unión Soviética, 470 mil miembros del partido gobiernan a 138 millones.

Y tres grupos componen el movimiento comunista, él admira a los primeros dos. El primero son los idealistas y el segundo los desperados (esos son los que él admira), y luego, por supuesto, la escoria (a quienes no quiere para su partido).

A él también le gusta —así como con los socialdemócratas, también con los comunistas está de acuerdo en muchas cosas— que estén a favor de la igualdad de oportunidades, que la gente pueda ascender a todas las posiciones independientemente de cuál sea su origen social. Unas pocas palabras sobre sus opiniones respecto al marxismo:

El error del marxismo es que en lugar de enfatizar la pugna y la lucha, son pacifistas; en lugar de concentrarse en la raza, son internacionalistas; y en lugar de principios de personalidad individual, confían en el gobierno de la mayoría. [La democracia].

Y cree que estas son básicamente también las creencias de la burguesía que está infectada de marxismo. Lo que él ve como positivo es su estrategia de propaganda de masas dirigida a las clases más bajas, mayormente de una manera oral, y ama el rojo como el color de la revolución.

Hitler veía que los nacionalsocialistas —como un movimiento revolucionario alternativo y competidor cuyo objetivo principal no fue la destrucción del marxismo— debían destruir el marxismo no pese a, sino a causa de, su afinidad al mismo.

Luego, su postura ante Stalin, muy interesante. Oficialmente, por supuesto, un ataque constante contra la conspiración de los judíos bolcheviques. Pero para 1940, las opiniones de Hitler sobre esto habían cambiado, y él veía que Stalin se había convertido en un líder de un movimiento ruso nacionalista y anticapitalista. En 1941 se refirió a Stalin como uno de los hombres con vida más grandiosos (opinión que compartió con Roosevelt), porque tuvo éxito, aunque solamente mediante la brutalidad máxima, en crear un Estado a partir de esta «familia de conejos eslavos». En cuanto a eso, él fue forzado a hacer uso de los judíos porque el estrato de buenos europeos que había hecho eso antes había sido eliminado y de entre los rusos genuinos tal fuerza no podría volver a crecer jamás. En 1942 dijo:

Stalin merece el máximo respeto, a su manera, él es un genio. Él es una personalidad tremenda, un verdadero asceta que ha unido su gigante imperio con puño de hierro. Sin embargo, si alguien afirmara que es un Estado social, este estaría sesgado, es un Estado capitalista; 200 millones de personas, hierro, níquel, aceite, petróleo, todo lo que quieras en recursos ilimitados. Encima, Stalin es un hombre que dijo: «¿Tú crees que la pérdida de 30 millones es demasiado por una idea?».

Así que a Hitler le gusta mucho esta actitud. Como dije, había odio mezclado con envidia. Al final de su vida, por ejemplo, dijo que tendría que haber depurado las fuerzas armadas alemanas —porque él nunca pudo confiar completamente en las fuerzas armadas alemanas— como Stalin había depurado su ejército de sus enemigos. Stalin había eliminado sin piedad a las viejas élites y él, Hitler, había fallado en este aspecto.

Sus opiniones sobre el fascismo. La postura oficial era, digamos: «son muy similares, pelean la misma batalla, tienen los mismos enemigos, tienen los mismos oponentes, usan los mismos argumentos». Pero esta no fue precisamente la verdadera opinión que tenía de los fascistas italianos. Él consideró el liderazgo italiano como reaccionario. Hay, de hecho, una diferencia como el día y la noche, así uno lidie con fascistas reales o no:

El estrato con el que tenemos que lidiar son cosmopolitas como son en casa, el Duce tuvo éxito con su revolución un año demasiado pronto. Los rojos hubieran asesinado a la corte [la monarquía] y él se hubiera convertido en jefe de Estado y la burbuja entera hubiera explotado.

A pesar de todas las similitudes, el problema italiano fue la existencia remanente de tres cosas: la Iglesia, la monarquía y los generales reaccionarios. Muchos fascistas —en la opinión de Hitler— se habían convertido en corrompidos capitalistas. También lo que él criticaba sobre Italia, y similarmente sobre Hungría, era la gran diferencia, el gran cisma que existía entre personas extremadamente ricas en el país y las empobrecidas masas completamente sin poder. Así que Hitler fue claramente igualitario sobre este asunto. También recomendó que el Duce debía entrar y ocupar el Vaticano y echar a todos a la calle. Su coalición con Italia había sido un gran error estratégico, porque había impedido una alianza estratégica entre Alemania y el mundo islámico.

Por último, su opinión de Franco. Hitler había dado apoyo a Franco y a los falangistas de 1936 a 1939, aunque más tarde se hizo cada vez más crítico de esta alianza. A tal punto que, de hecho, se arrepintió de no haber intervenido del lado de los rojos. En Alemania él dijo:

Franco ni siquiera hubiese llegado a ser un Gauleiter [esa era una persona a cargo de un distrito], él está en los bolsillos de la Iglesia Católica, los rojos por lo menos hubieran eliminado a todos los papistas que quieren llevarnos de vuelta a la Edad Media. En el futuro, en una nueva revolución, los rojos y los falangistas deberían formar una coalición. Los rojos se habían puesto del lado de Rusia solamente debido a una falta de apoyo occidental, no debido a una genuina simpatía bolchevique.

Y él lamentó no haber reconocido esto antes.

Con esto creo que les he dado un poco de claridad sobre el pensamiento de Hitler.


Traducido del inglés por Oscar Eduardo Grau Rotela. El material original se encuentra aquí.