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Obsesionados por la megalomanía | Obsessed with megalomania

Mariano Bas Uribe has translated into Spanish an interview with Hans-Hermann Hoppe titled Obsessed by Megalomania. The publication appeared in the German weekly Junge Freiheit on November of 2012.

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Obsesionados por la megalomanía

La siguiente entrevista con Hans-Hermann Hoppe apareció originalmente en el semanario alemán Junge Freiheit el 2 de noviembre de 2012 y fue realizada por Moritz Schwarz.

¿Los impuestos no son sino dinero para protección? ¿Es el Estado una especie de mafia? ¿La democracia un fraude? El filósofo Hans-Hermann Hoppe no solo es considerado uno de los intelectuales pioneros más importantes del movimiento libertario, sino asimismo tal vez sea el crítico más agudo del sistema político occidental.

Profesor Hoppe, en su colección de ensayos «Der Wettbewerb der Gauner» (La competencia de ladrones), escribe que «al 99% de los ciudadanos, si se les pregunta si el Estado es necesario, responderían que sí». ¡Yo también! ¿Por qué me equivoco?

Hoppe: Todos, desde la infancia, hemos sido moldeados por el Estado o por instituciones con licencia estatal: parvularios, escuelas, universidades. Así que el resultado que cita no es sorprendente. Sin embargo, si le pregunto si diría que sí a una institución que tenga la última palabra en cada conflicto, incluso en los que se ve envuelta, indudablemente diría que no, salvo que espere estar usted al mando de esta institución.

Em… Correcto.

Hoppe: Por supuesto, porque sabe que una institución así no solo no puede mediar en conflictos, sino también causarlos, puede darse cuenta de que puede resolverlos en beneficio propio. A la vista de esto, yo, al menos, viviría temiendo por mi vida y mi propiedad. Sin embargo, es precisamente esto, el poder último de toma de decisiones judiciales, la característica específica de la institución conocida como Estado.

Correcto, pero, por otro lado, el Estado se basa en un contrato social, que proporciona al individuo protección y espacio para la realización personal, que no tendría sin el Estado, en una lucha de todos contra todos.

Hoppe: No, ¡el Estado es cualquier cosa menos el resultado de un contrato! Nadie con un mínimo de sentido común aceptaría un contrato así. Tengo un montón de contratos en mis archivos, pero no hay en ninguna parte ninguno como este. El Estado es el resultado de la fuerza agresiva y la subyugación. Ha evolucionado sin fundamentos contractuales, igual que una banda de gánsteres de protección. Y respecto a la lucha de todos contra todos: es un mito. Por supuesto, el gánster protege a sus víctimas en «su» territorio frente a otros gánsteres, pero porque así puede llevar su «negocio» con más éxito. Además, son los Estados los responsables de las muertes de centenares de millones de personas y una destrucción inconmensurable solo en el siglo XX. Comparado con eso, las víctimas de los delitos privados son casi desdeñables. ¿Y cree usted seriamente que los conflictos entre los habitantes de la región de las tres fronteras [de Francia, Alemania y Suiza] cerca de Basilea, que viven juntas en una condición de anarquía, son más numerosos que los conflictos entre los habitantes de Dortmund y Düsseldorf, que son ciudadanos del mismo Estado [Alemania]? No es así, por lo que sé.

¿Por qué en su opinión la democracia es solo una «competencia de ladrones»?

Hoppe: Todas las formas altamente desarrolladas de religión prohíben codiciar la propiedad de otros. Esta prohibición es la base de la cooperación pacífica. En una democracia, por el contrario, todos pueden codiciar la propiedad de otros y actuar de acuerdo con su deseo, siendo la única condición que pueda conseguir acceso a los pasillos del poder. Así, bajo condiciones democráticas, todos se convierten en una amenaza potencial. Y durante elecciones masivas lo que tiende a ocurrir es que los miembros de la sociedad que intentan acceder a los pasillos del poder y ascienden a los cargos más elevados son los que no tienen inhibiciones morales sobre apropiarse injustamente de la propiedad de otros: inmorales habituales que tienen un talento particular para forjar mayorías en una multitud de reclamaciones desbocadas y mutuamente excluyentes.

«Políticos: ¡vagos y gorrones!» ¿No teme que se le pueda reprochar por quejarse al estilo del tabloide «Bild»?

Hoppe: ¿Y qué? Hasta el siglo XX apenas había algún pensador político importante que no hablara con desdén hacia la democracia. Su expresión clave era «la muchedumbre manda». La crítica populista de la democracia, como puede encontrarse en Bild o tomando el café, está muy bien. Pero no es suficientemente esencial, ni va lo suficientemente lejos (tampoco hasta ahora Bild me ha pedido una entrevista). Por supuesto, los políticos son gorrones: viven de dinero obtenido de otra gente con la amenaza de violencia, a lo que llaman «impuestos». Pero, por desgracia, los políticos no son vagos. Sería bueno si todo lo que hicieran fuera malgastar su botín. Por el contrario, son benefactores megalomaníacos obsesivos, que además hacen difícil la vida de sus víctimas con miles de leyes y regulaciones.

La democracia es solo una posible variedad de formas de Estado. ¿Sería para usted más aceptable una forma de Estado diferente?

Hoppe: En un Estado monárquico todos saben quién es el gobernante y quiénes los gobernados y, por lo tanto, hay alguna resistencia a cualquier intento de aumentar el poder del Estado. En un Estado democrático, esta distinción se hace difusa y hace más sencillo expandir el poder del Estado.

Un momento. Para eso están los tribunales, las leyes y la constitución, para limitar y controlar el Estado: tanto el gobierno como el parlamento.

Hoppe: También la mafia tiene poderes «ejecutivo», «legislativo» y «judicial». ¡Vea de nuevo «El padrino»!

Otra objeción: ¿qué pasa con los nuevos detractores del Estado basados en Internet, como «Ocupa» o los «piratas», que reclaman transparencia y participación, sin condenar inmediatamente el Estado y la democracia por completo?

Hoppe: El movimiento «Ocupa» está compuestos por ignorantes en economía que no entienden que los trucos sucios de los bancos, que deploran correctamente, solo son posibles porque hay un banco central licenciado por el Estado que actúa como «prestamista de último recurso» y que la actual crisis financiera por tanto no es una crisis del capitalismo sino del estatismo. Los «piratas», con su reclamación de una renta básica sin condiciones, están en vías de convertirse en otro partido de «barra libre para todos». Tienen un solo tema: criticar los «derechos de propiedad intelectual» (derechos PI), lo que podría hacerles muy populares y enemistarles en particular con los sectores musical, cinematográfico y farmacéutico. Pero también ellos son peleles despistados. Solo tienen que buscar a Stephan Kinsella en Google. Así verían que la PI no tiene nada que ver con la propiedad, sino más bien con privilegios estatales. La PI permite al inventor A o «primer fabricante» de un producto (un texto, una imagen, una canción o lo que sea) prohibir a todos los demás replicar su producto o cobrarles tasas de licencia, incluso aunque el replicador B utilice solo su propiedad (y no se lleve nada de la propiedad de A). De esta forma, A es elevado al estatus de copropietario de los bienes de B. Esto demuestra: Los derechos de PI no son propiedad, sino, por el contrario, son un ataque a la propiedad y por tanto son completamente ilegítimos.

En «La competencia de ladrones» explica como alternativa el modelo de una «sociedad de ley privada». ¿Cómo funciona?

Hoppe: El concepto básico es sencillo. La idea de un protector monopolístico de la propiedad y guardián de la ley es contradictoria. Este monopolista, ya sea rey o presidente, será siempre un protector expropiador de propiedades y un guardián de la ley que viola la ley, que calificará sus acciones como «de interés público». Para garantizar la protección de la propiedad y salvaguardar la ley, tiene que haber libre competencia también en el área del derecho. Debe permitirse a otras instituciones distintas del Estado proporcionar servicios de protección de la propiedad y la ley. Así, el Estado se convierte un sujeto normal del derecho privado sobre una base igual que el resto de la gente. No puede aumentar más los impuestos o aplicar leyes unilateralmente. Sus empleados tendrán que financiarse de la misma forma que todos los demás: produciendo y ofreciendo algo que los clientes consideren libremente que tiene un valor a cambio de su dinero.

¿No llevaría eso rápidamente a una guerra entre estos «proveedores»?

Hoppe: La guerra y la agresión son caras. Los Estados van a la guerra porque pueden, mediante impuestos, pasar el coste a terceros que no están afectados directamente. Por el contrario, para empresas financiadas voluntariamente, la guerra es un suicidio económico. Como sujeto de derecho privado, el Estado, como todos los demás proveedores de seguridad, tendrá que ofrecer a sus clientes contratos que solo puedan cambiar por acuerdo mutuo y que regularán en concreto lo que ha de hacerse en caso de un conflicto entre él y sus clientes o entre él y los clientes de otros proveedores de seguridad en competencia. Y para eso, solo hay una solución aceptable para todos: que este tipo de conflictos sentencie, no el Estado, sino un tercero independiente: árbitros y jueces que a su vez compitan entre sí, cuyo activo más importante sea su reputación como guardianes de la ley y cuyas acciones y juicios puedan discutirse y, si es necesario, revisarse, igual que las de cualquier otro.

¿Quién debería ser ese «tercero»? ¿Y con qué instrumentos de poder debería declarar los intereses de un ciudadano individual contra su socio contractual: el Estado privado, que por supuesto es mucho más poderoso?

Hoppe: En conflictos locales, en una villa o pueblo pequeño, serían muy a menudo los «aristócratas naturales» respetados universalmente. O si no, organizaciones de arbitraje y tribunales de apelación que aseguradoras y asegurados hayan acordado contractualmente desde el principio. Quien no acate los juicios no solo estará incumpliendo, sino que será un paria en el mundo de los negocios. Nadie querrá tener nada que ver con él e inmediatamente perderá todos sus clientes. No es una idea utópica. Ya es hoy la práctica habitual en transacciones empresariales internacionales (anárquicas). Y otra pregunta para usted: ¿Cómo debería el ciudadano individual declarar sus intereses ante un Estado fiscal monopolístico? Es mucho más poderoso ¡y siempre tiene la última palabra!

¿Entiende el continuo escepticismo con respecto a su propuesta?

Hoppe: Por supuesto, ya que mucha gente nunca ha oído esta idea, ni menos la ha pensado seriamente. Solo me molestan quienes dan alaridos cuando escuchan esta idea y reclaman la condena de sus defensores, sin tener el más mínimo conocimiento de la economía y la filosofía política.

Es bastante difícil que una mayoría de ciudadanos apoye nunca un modelo con el que esté tan poco familiarizada. ¿Pero qué partes de este podrían adoptarse al menos para alcanzar mejoras parciales en nuestro sistema actual sin un completo abandono del Estado y la democracia?

Hoppe: Hay una solución provisional. Se llama secesión y descentralización política. Los Estados pequeños deben ser liberales o la gente productiva huirá de ellos. Por tanto, es deseable un mundo compuesto por miles de Liechtensteins, Singapures y Hong Kongs. Por el contrario, un gobierno central europeo (y aún más un gobierno mundial) con una política fiscal «armonizada» y regulatoria es la peor amenaza para la libertad.

Tampoco para eso encontraría probablemente una mayoría. Por lo tanto, ¿Cómo evolucionarán el Estado y la democracia en el futuro? ¿Dónde acabarán?

Hoppe: El «modelo del Estado benefector» occidental, el «socialismo light», se derrumbará igual que el socialismo «clásico» (por supuesto, no puedo decir si en cinco, diez o quince años). Las palabras clave son. Quiebra del Estado, hiperinflación, reforma de la divisa y batallas violentas por la distribución. Entonces aparecerá o bien un «hombre fuerte» o (ojalá) un movimiento masivo de secesión.


Traducido originalmente del inglés por Mariano Bas Uribe. Revisado y corregido por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.