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Una carta abierta a Walter E. Block | An Open Letter to Walter E. Block

Oscar Grau has translated into Spanish Hoppe’s An Open Letter to Walter E. Block (2024). The article was originally published on LewRockwell.com. This piece was also translated by the Instituto Rothbard from Brazil here.

For more Spanish translations, click here.

Una carta abierta a Walter E. Block

Romper con una persona que conoces hace más de treinta años, con la que has participado en innumerables conferencias y has sido coautor de un par de artículos, aunque solo fuera en un pasado algo lejano, no es nada que se haga a la ligera. Es todavía más difícil si uno comparte con esta persona una posición común como intelectual público y nuestros nombres se mencionan con frecuencia en un mismo aliento como alumnos prominentes del mismo profesor, Murray N. Rothbard, y como luces intelectuales destacadas del movimiento libertario moderno fundado por Rothbard.

Pero entonces: en esta posición, se torna casi imperativo estar siempre en guardia y prestar atención si una persona estrechamente asociada con el nombre de uno se desvía y cae en graves errores, y uno puede verse obligado a distanciarse y desvincularse públicamente de esa persona con el fin de proteger su propia reputación personal e intelectual (junto con la de Rothbard y la de todo el edificio intelectual libertario). Tal es el caso con Walter Block.

Block, a su favor, ha publicado innumerables artículos que pasan el examen de los estándares libertarios y es probable que haya muchos más por venir, ha elogiado efusivamente a Rothbard una y otra vez y le gusta referirse a sí mismo como el «dulce y amable Walter». Sin embargo, también ha publicado materiales que lo descalifican claramente como libertario y rothbardiano y que lo revelan, en cambio, como un colectivista desquiciado abducido por impulsos genocidas, muy parecido a Rand y a los randianos recientemente criticados por Fernando Chiocca, más que como una persona dulce y amable.

Voy a ofrecer tres pruebas para justificar esta afirmación.

Primera prueba: Los escritos de Block (junto con Alan Futerman y Rafi Faber) sobre el caso liberal clásico correspondientemente libertario de Israel, apoyado (¡sorpresa, sorpresa!) por Benjamin Netanyahu.

La piedra angular de la doctrina libertaria es la idea y la institución de la propiedad privada. La propiedad, ya sea de la tierra o de cualquier otra cosa, se adquiere legítimamente (y de manera justa) mediante la apropiación original de bienes previamente no poseídos (homesteading) o a través de la transferencia voluntaria de la propiedad de un propietario anterior a otro posterior. Toda propiedad es siempre e invariablemente propiedad de un individuo o de unos individuos concretos e identificables, y todas las transferencias e intercambios de propiedad tienen lugar entre individuos concretos y atañen a objetos específicos e identificables. A la inversa: todas las reclamaciones de propiedad por parte de una persona que previamente no se haya apropiado de dicha propiedad o no la haya producido o tampoco adquirido mediante la transferencia voluntaria de algún propietario anterior son ilegítimas (injustas).

Para el posible problema de restitución o indemnización, esto implica: En todo caso de reclamaciones de propiedad en conflicto llevadas a juicio para su resolución, la presunción está siempre a favor del poseedor actual del bien en cuestión, y la carga de probar lo contrario recae siempre sobre el oponente de la situación actual y de las posesiones actuales. El oponente debe demostrar que, en contra de la apariencia prima facie, tiene un mejor derecho porque posee un título de propiedad más antiguo que el de su propietario actual y que, por lo tanto, su posesión es ilegítima. Si y solo si el oponente puede demostrarlo con éxito, la posesión cuestionada debe serle restituida como propiedad. De lo contrario, si el oponente no consigue probarlo, las cosas se quedan como están.

No se cuestiona que existe un número considerable de casos en los que se debe una compensación o restitución legítima: cuando la persona A puede demostrar que es el propietario legítimo de un pedazo específico de propiedad actualmente en posesión y reclamado injustamente como suyo por otra persona B. Tampoco se cuestiona que existen algunos casos en los que un propietario actual puede rastrear el título de algunas de sus posesiones actuales durante muchas generaciones. Pero también debería ser obvio que, para la mayoría de las personas y la mayoría de las propiedades actuales, cualquier rastreo del presente al pasado termina perdido en la historia muy rápidamente y, en todo caso, se vuelve cada vez más difícil y turbio con el tiempo, dejando poco espacio, si es que queda alguno, para cualquier demanda de reparación actual por crímenes «antiguos».

¿Qué hay de los crímenes de hace 2000 años? ¿Hay alguna persona que se encuentre viva en la actualidad que pueda reclamar la propiedad legítima de algún pedazo específico de propiedad (tierra, joyas) que está y ha estado durante un par de miles de años en posesión de otros, demostrando su propio derecho anterior a estas posesiones mediante la prueba de una cadena ininterrumpida de transferencias de títulos de propiedad que van desde él y el presente hasta algún antepasado específico que vivió en tiempos bíblicos y fue victimizado ilegítimamente en ese momento? Esto no es inconcebible, por supuesto, pero dudo mucho que se pueda encontrar un caso así. Me gustaría verlo antes de creerlo.

Y, aun así, Block y sus colaboradores, en su intento de presentar el caso liberal correspondientemente libertario a favor de Israel, sostienen que pueden justificar la reivindicación de los judíos actuales a una patria en Palestina, basándose en su condición de «herederos» de los judíos que vivieron hace dos milenios en la región entonces llamada Judea. Sin embargo, no es de extrañar que, a excepción del caso único y altamente cuestionable en sí mismo de los Kohanim (judíos de ascendencia sacerdotal) y su conexión específica con el Monte del Templo, no aporten ni una sola prueba de cómo es posible que un judío actual en concreto, a lo largo de un periodo de más de dos mil años, pueda estar conectado con un antiguo judío determinado y ser establecido como heredero legítimo de un pedazo de propiedad específica que le fuera robada o arrebatada hace dos mil años.

La pretensión de los judíos actuales de tener una patria en Palestina, por tanto, tan solo puede hacerse si abandonas el individualismo metodológico subyacente y característico de todo el pensamiento libertario: la noción de persona individual, propiedad privada, producto y logro privados, crimen privado y culpa privada. En su lugar, debes adoptar alguna forma de colectivismo que permita nociones como la propiedad o los derechos de propiedad grupales o tribales, la responsabilidad colectiva y la culpa colectiva.

Este giro de una perspectiva individualista a una colectivista queda claramente de manifiesto en la conclusión resumida de Block y sus colaboradores (p. 537):

Rothbard apoya la apropiación como medio legítimo de propiedad (el primer apropiador se queda con la tierra, no cualquier otro posterior)… Los libertarios deducen de este hecho que la propiedad robada debe ser devuelta a sus propietarios originales o a sus herederos. Este es el caso de las reparaciones. Pues bien, los romanos robaron la tierra a los judíos hace unos dos milenios; los judíos nunca dieron esta tierra a los árabes ni a nadie. Por lo tanto, según la teoría libertaria, debería devolverse a los judíos.

Bingo. Pero la apropiación la hicieron unos Ben o Nate concretos, no «los judíos», y del mismo modo las reparaciones por los crímenes cometidos contra Ben o Nate se deben a unos David o Moshe concretos como sus herederos, no a «los judíos», y atañen a propiedades específicas, no a todo «Israel». No obstante, al no poder encontrar a ningún David o Moshe actual que pueda ser identificado como heredero de los antiguos Ben o Nate de algún pedazo específico de propiedad, todas las reclamaciones de reparación dirigidas contra cualquier propietario actual carecen de cualquier fundamento.

Se requiere otra teoría de la propiedad para seguir defendiendo una patria judía. Y Block y sus coautores ofrecen esa teoría: los derechos de propiedad y las reclamaciones de reparación pueden justificarse supuestamente también por similitud genética y cultural. Los antiguos judíos y los judíos actuales están genética y culturalmente emparentados y, por tanto, los judíos actuales tienen derecho a la propiedad robada a los antiguos judíos; y la expulsión de cientos de miles de árabes palestinos inmediatamente antes y después de la fundación del Estado de Israel en 1948, por consiguiente, no es un crimen, sino simplemente la retoma de posesión de lo que legítimamente pertenece y ha pertenecido durante dos milenios a los judíos.

Sin embargo, esta teoría no solo es obviamente incompatible con el libertarismo. También es totalmente absurda.

Tan solo considere: Los judíos vivieron cientos de años en Egipto y cuando por fin llegaron a su «tierra prometida», esta no estaba de ninguna manera vacía. De acuerdo con el Deuteronomio y Josué, tuvo que haber bastante matanza, saqueo y violaciones antes de apoderarse de la tierra. Los antiguos judíos no solo eran apropiadores, sino también victimarios, y ya había habido muchas mezclas étnicas con otros pueblos de otras tribus, con egipcios, griegos y todo tipo de pueblos alrededor del Mediterráneo, mucho antes de que llegaran los romanos y tomaran el poder, y esta mezcla genética, más tarde también con los árabes, continuó hasta el día de hoy. Por lo tanto, cualquier vinculación genética de los judíos actuales con los antiguos se convierte en una tarea imposible. Hay judíos contemporáneos que no muestran rastro genético alguno con los judíos antiguos, y hay muchos gentiles que sí muestran tales rastros; y, en todo caso, las similitudes genéticas que se encuentren entre los judíos antiguos y los actuales serán de innumerables variaciones y grados. ¿Cómo decidir entonces quién de los contemporáneos tiene derecho a qué parte o porción de la tierra santa? (Curiosamente, parece que la mayor similitud genética con los antiguos judíos podría encontrarse entre los palestinos cristianos originarios).

Por otra parte: ¿qué pasaría si esta fantasiosa nueva teoría de la adquisición de la propiedad y la herencia a través de la similitud genética se generalizara a todas las tribus y etnias? Hay innumerables casos de expropiaciones y expulsiones de un grupo o tribu por otro en la historia de la humanidad, de víctimas y de victimarios, que involucran tanto a no judíos como a judíos de los últimos tiempos. ¿Qué pasaría si cada grupo de descendientes actuales de algún grupo histórico víctima exigiera la restitución de bienes actualmente en manos de los miembros de otro grupo o tribu por el hecho de que dichos bienes habían sido robados a sus antepasados étnicos en algún momento de la historia (ya fuera por el grupo de propietarios actuales o por cualquier otro grupo)? El resultado sería un caos jurídico, la lucha interminable, el conflicto y la guerra.

Si este disparate colectivista no es suficiente para descalificar a Block como libertario, la siguiente prueba, que demuestra sus monstruosas consecuencias, debería eliminar hasta la más mínima duda de que es cualquier cosa menos un libertario, un rothbardiano o una persona dulce y agradable.

Segunda prueba: Esta es una editorial reciente de Block (nuevamente en coautoría con Futerman), originalmente publicada de manera más prominente (aunque detrás de una barrera de pago) por uno de los periódicos más del establishment que hay, el WSJ, (¡qué sorpresa!) y posteriormente reimpresa y fácilmente accesible en el propio boletín de Block el 12 de octubre de 2023. Se titula «El deber moral de destruir a Hamás. Israel tiene derecho a hacer lo que sea necesario para desarraigar esta cultura malvada y depravada que reside a su lado», y como el título ya indica, es esta gilipollez suya, pues, la que revela a Block como un monstruo desquiciado y sediento de sangre, antes que como un libertario comprometido con el principio de no agresión como el segundo pilar fundacional y complementario de la doctrina libertaria.

El tema aquí son los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, sus secuelas y consecuencias. Ese día, miembros del llamado Hamás, que dirige la franja de Gaza, atacaron, mutilaron, mataron y secuestraron a un gran número de soldados y civiles israelíes. (Como debe esperarse en cualquier tipo de guerra, ambas partes en conflicto están presentando historias muy diferentes sobre los acontecimientos y las cifras reales. Lo que ha quedado claro hasta ahora es solo que el número de bajas oscila entre varios cientos y pocos miles, y que una porción considerable de esas bajas fueron realmente el resultado de «fuego amigo», por helicóptero, de las Fuerzas de Defensa Israelíes).

¿Qué se supone que debe pensar un libertario de este asunto? En primer lugar, debe reconocer que tanto Hamás como el Estado de Israel son bandas que no se financian con las contribuciones voluntarias de sus miembros, sino con la extorsión, el cobro de impuestos, la confiscación y la expropiación. Hamás lo hace en Gaza, con la gente que vive en Gaza, y el Estado de Israel lo hace con la gente que vive en Israel, como también con los palestinos que viven en Cisjordania. Gaza es un territorio diminuto, pobre y densamente poblado, y Hamás es, en concordancia, una pequeña banda de bajo presupuesto, con solo un ejército de harapientos y armamento escaso y mayormente de baja calidad. Israel es un territorio mucho más grande, significativamente más próspero y densamente menos poblado, y el Estado de Israel, subsidiado durante mucho tiempo y en gran medida por la más poderosa y rica de todas las bandas del mundo, Estados Unidos, es una banda grande y de alto presupuesto, con un ejército profesional grande y bien entrenado, equipado con el más sofisticado y destructivo armamento disponible, incluyendo bombas atómicas.

La más antigua de estas dos bandas de combatientes es el Estado de Israel, que fue establecido recientemente, en 1948, por judíos europeos, en su mayoría de ideología sionista, mediante la intimidación, el terrorismo, la guerra y la conquista dirigida contra los entonces presentes, y durante muchos siglos antes, residentes mayormente árabes de la región de Palestina. Y fue también por medio de la intimidación, el terrorismo, la guerra y la conquista, entonces, que el Estado explícitamente judío de Israel se expandió sucesivamente hasta su tamaño actual. Cientos de miles de árabes fueron desarraigados, expropiados y expulsados de sus hogares y convertidos en refugiados como resultado de ello; y un gran número de estas víctimas o sus herederos directos todavía están en posesión de títulos válidos de tierras u otras propiedades que ahora están en posesión del Estado de Israel (la Autoridad de Tierras de Israel) y de sus ciudadanos judíos. (En el mejor de los casos, solamente un exiguo 7 por ciento del actual territorio israelí fue adquirido o comprado regularmente por judíos antes de 1948 y, en ese sentido, podría reclamarse como propiedad judía legítima).

Hamás, por su parte, es uno de los diversos movimientos, partidos y bandas de resistencia árabes formados como reacción a la toma del poder y la ocupación de Palestina por parte de los judíos israelíes. Fundado originalmente en 1987, y desde 2006 en control de la Franja de Gaza, que estaba y sigue siendo objeto de un riguroso bloqueo terrestre, aéreo y marítimo por parte de Israel y de ahí que sea referida a menudo por observadores bien informados como un campo de concentración al aire libre, Hamás está comprometido con la reconquista de los territorios perdidos, incluso por medio de la violencia y actos de terror como el del 7 de octubre. Dirigido explícitamente no contra los judíos por ser judíos, sino específicamente contra los sionistas, también recibió en realidad financiación de Israel en sus inicios, con el fin de consolidarlo como contrapeso a la creciente influencia del grupo de resistencia secular clandestino Fatah, más grande, más moderado y mejor financiado, y de su liderazgo de la OLP en el exilio en Túnez. Cuando Fatah y la OLP fueron puestas a cargo de algunas partes de Cisjordania y Gaza en el marco del Proceso de Paz iniciado en 1993, la relativa intransigencia del más militante y fundamentalista islámico Hamás se convirtió en una herramienta útil para las cada vez más influyentes facciones extremistas israelíes que buscaban descarrilar el proceso de paz, y lo consiguieron aumentando la construcción de asentamientos judíos que dividieron Cisjordania en prisiones al aire libre no contiguas controladas por Israel, haciendo esencialmente imposible un Estado palestino. (Se ha especulado acerca del motivo de esta aparentemente extraña decisión israelí de brindar apoyo a Hamás. Bastante plausible: porque hechos como los del 7 de octubre pueden ser y de hecho están siendo utilizados actualmente por Israel como prueba dramática y demostración pública de su afirmación, sostenida desde hace largo tiempo, de que nunca podrá haber una solución de dos Estados al problema palestino-israelí, e Israel, en aras de la paz regional, debe ser todavía más expandido y restaurado como un solo Estado hasta su supuesto tamaño bíblico original).

En cualquier caso, entonces, ante este trasfondo, ¿cómo debe reaccionar y evaluar un libertario los acontecimientos del 10/7? Para empezar, desearía la muerte a los líderes de ambas bandas y a todos los líderes de las bandas de los Estados extranjeros que han prestado y continúan brindando apoyo a cualquiera de las dos bandas en guerra con fondos robados a su propia población. Asimismo, reconocería que el ataque de Hamás contra Israel no fue más «totalmente no provocado» que el ataque ruso de hace poco contra Ucrania. El ataque a Israel fue definitivamente provocado por la conducta de su propio liderazgo político, al igual que el ataque ruso a Ucrania había sido provocado por los líderes de Ucrania. Y no dejaría de señalar también que en ambos casos, tanto en el de Israel como en el de Ucrania, sus provocaciones habían sido alentadas, respaldadas y apoyadas a lo grande por la banda neoconservadora predominantemente judía a cargo del gobierno de Estados Unidos.

Aparte de esto, poco puede hacer un libertario excepto alzar su voz a favor de la paz, las conversaciones, las negociaciones y la diplomacia. Los líderes de Hamás deberían ser acusados de haber provocado mediante sus acciones terroristas el peligro de una represalia masiva por parte de una banda enemiga militarmente muy superior y más poderosa, el Estado de Israel. Y los dirigentes israelíes deberían ser culpados por haber fracasado estrepitosamente en proteger a su propia población debido a sus agencias de vigilancia aparentemente muy deficientes. Debería animarse a los líderes de ambas bandas —y, de hecho, presionarles a través de la opinión pública— para que acepten una tregua inmediata, y debería iniciarse de una vez las negociaciones relativas a la devolución de los rehenes en poder de Hamás. Y en lo que respecta a la identificación, captura y castigo de los diversos perpetradores individuales y de sus mandos superiores (incluyendo por cierto también a los responsables de las víctimas israelíes del «fuego amigo»), esto debería dejarse al trabajo policial habitual, a detectives, cazatalentos y posiblemente también asesinos.

No obstante, lo que debe ser evitado, en todo caso y a toda costa, es una escalada del conflicto armado a través de un ataque masivo de represalia por parte del ejército israelí contra las viviendas y escondites de Hamás en Gaza. Y más aún porque Israel, con unos 10 millones de habitantes, incluida una minoría de unos 2 millones de árabes, está rodeado exclusivamente por algunos Estados vecinos poco amigables o incluso abiertamente hostiles, con una población total de cientos de millones, y cualquier escalada del conflicto entre Israel y Hamás bien podría expandirse y degenerar en una guerra total que involucrara a toda la región de Oriente Próximo y Oriente Medio.

Pero esto es precisamente lo que Block y sus colaboradores exigen. Sobre la base de su teoría colectivista de la herencia presentada en la primera prueba y el supuesto «derecho histórico» de «los judíos» a una patria en Palestina derivado de esta teoría, Block, en respuesta a los eventos del 7 de octubre, aboga por un ataque total de Israel contra Hamás que se esconde en Gaza (y aunque no sabemos si Netanyahu ha leído el artículo de Block en el WSJ, Israel, bajo su liderazgo, ha hecho exactamente lo que Block ha estado pidiendo).

Dejando a un lado los escuetos y característicamente parcialistas comentarios de Block sobre la historia del Israel moderno y de la región, que podrían haber salido directamente del ministerio israelí de propaganda, y que le muestran completamente ignorante de los impulsos genocidas expresados abiertamente por varios miembros destacados del poderoso ejército y gobierno israelíes, al tiempo que hace mucho alarde de los sentimientos recíprocos del lado de los casi indefensos líderes de Hamás (comparativamente hablando), estas son, en sus propias palabras, las demandas de Block (con mis comentarios en cursiva intercalados entre paréntesis):

Occidente necesita comprender que, para defender la vida y la dignidad humanas, no basta con decir que se está del lado de Israel. Necesita entender lo que esto significa: apoyo total y sin restricciones. (¿Incluye también ese apoyo los impuestos que los diversos líderes mafiosos a cargo de los Estados occidentales cobran por la fuerza a su propia población?) Eso no es nada menos que permitir que este país asediado se defienda plenamente. Reconocer que es necesario destruir a Hamás por la misma razón y con el mismo método que se destruyó a los nazis. (¿Se refiere con «nazis» a todos los alemanes que vivían en Alemania en aquella época, incluidos todos los no nazis, los opositores a los nazis y todos los bebés y niños alemanes; y el método de su destrucción incluye también el bombardeo de alfombra de ciudades enteras como Dresde, repletas de civiles en su mayoría inocentes?) Israel tiene derecho a hacer lo que sea necesario para desarraigar este mal que reside a su lado. (¿Y los judíos israelíes que se oponen a la guerra? ¿Silenciarlos también, cueste lo que cueste?). Y, lo que es más importante, que una vez que se empiece a proceder en esa dirección, no sea demonizado por defender lo que es el núcleo de la civilización occidental (¿incluye este núcleo también el tipo de apartheid que se practica en Israel?) y que más odian sus enemigos: el amor al derecho de todos a la vida, la dignidad y la felicidad humanas.

En otras palabras, es necesario que apoye una victoria completa, total y decisiva de Israel. Si esto implica un uso abrumador y sin precedentes de la fuerza militar, que así sea. Hamás es y será responsable de cualquier baja civil. Causa y efecto. Ellos crearon su propia destrucción y sus consecuencias. (Entonces, ¿no hay ninguna necesidad de distinguir entre los miembros de Hamás y los habitantes de Gaza en general? ¿Todos ellos, incluidos todos los bebés y niños, son indiscriminadamente culpables, parte de una cultura depravada y de un mal colectivo que debe ser erradicado de una vez por todas? ¿Pues qué le parece lanzar una bomba atómica sobre Gaza, como hizo Estados Unidos hace unos ochenta años sobre la población civil de Hiroshima y Nagasaki como castigo colectivo por los crímenes cometidos por el gobierno-pandilla de Japón?)

La mera victoria no es suficiente. Israel ha ganado todas las guerras que ha luchado. Esta vez, el triunfo debe ser tan completo y concluyente que nunca habrá otra guerra para este país. (¡¿No hemos oído esto antes: la guerra para acabar con todas las guerras?!) Israel tiene un derecho moral de terminar el trabajo y Occidente tiene un deber moral de apoyarlo. Dejemos que Israel haga lo que tenga que hacer para terminar esta guerra de la manera más rápida posible, con el mínimo de bajas civiles y militares de su lado. (¡Qué considerado, y totalmente sin sentido, incluso vergonzoso, después de todo lo dicho antes en sentido contrario sobre la irrelevancia de las muertes civiles!). Las consecuencias de esto recaen sobre el grupo que inició la secuencia causal: el que debe ser completamente destruido, Hamás.

Sean cuales sean estos exabruptos de Block, no tienen nada que ver con el libertarismo. De hecho, abogar por la matanza indiscriminada de inocentes es la negación total y completa del libertarismo y del principio de no agresión. El Murray Rothbard que yo conocí los habría calificado inmediatamente de desquiciados, monstruosos, inconcebibles y vomitivos, y habría ridiculizado, denunciado, «desamistado» y excomulgado públicamente a Block como rothbardiano.

De hecho, de forma imperdonable, con su artículo en el WSJ, Block ha hecho una contribución a los horrores que se están produciendo tras los acontecimientos del 7 de octubre y que siguen ocurriendo: la casi completa destrucción de Gaza y su reducción a poco más que un enorme montón de escombros y un vasto campo de ruinas, la matanza de decenas de miles de civiles inocentes por el ejército israelí y la continua expansión del conflicto armado, incluyendo ahora también el Líbano y Yemen, y del ansia de los líderes israelíes (alentados en este empeño por sus compatriotas neoconservadores en Estados Unidos) de añadir como objetivo de destrucción también a Irán, como supuesto archienemigo mortal de Israel.

Casualmente, la razón suplementaria que da Block para su postura categórica de «Todos debemos estar con Israel» (con los dirigentes del gobierno israelí y todo), también es defectuosa e implica una traición al principio de no agresión. Esencialmente, se resume en lo siguiente: Los judíos de Israel han hecho más y mejor uso del territorio bajo su control que el que los árabes hicieron o hacen actualmente con los territorios controlados por ellos; y, por tanto, los judíos tienen un mejor reclamo sobre algún territorio en disputa que el que tienen los árabes. Este razonamiento es en realidad bastante popular. Sin embargo, incluso si la primera parte de esta afirmación se aceptara como verdadera, la segunda no se desprende de ella. De lo contrario, todo hombre de probado éxito estaría autorizado a apropiarse de la propiedad de cualquier perdedor de larga data, lo que difícilmente puede ser conciliado con el principio libertario de no agresión. Incluso los «perdedores» tienen derecho a la vida, la propiedad y la búsqueda de la felicidad.

Por si esto ya no fuera más que suficiente para descalificar y desacreditar para siempre a Block como libertario, se las arregla para coronarlo con una breve exhibición final que lo revela como un hombre sin sentido de la mesura y la proporción.

Tercera prueba: Esto tiene que ver con la respuesta de Block a un breve texto de Kevin Duffy, contrastando un pasaje tomado del libro For A New Liberty: A Libertarian Manifesto de Rothbard con un pasaje del recién citado escrito de Block en el WSJ, y concluyendo que ambos son obviamente incompatibles e imposibles de reconciliar. La respuesta de Block puede encontrarse aquí. Notablemente, en su respuesta, ni siquiera intenta proporcionar más razones para su defensa de la guerra total y sin restricciones (¡no es sorprendente, ya que eso significaría tratar de defender lo que es absoluta, verdadera y genuinamente indefendible!) En lugar de eso, evade el desafío directo y luego se desvía rápidamente hacia un tema totalmente distinto y no relacionado.

Los libertarios no son pacifistas y, de hecho, Rothbard, como señala excusadamente Block, no se oponía a toda guerra. Pero llamativamente, Block no dice que las guerras que Rothbard consideraba posible o potencialmente justificadas no tenían nada en común con el tipo de guerra que él realmente propuso. Lo que Rothbard tenía en mente era la violencia defensiva empleada por los movimientos secesionistas contra algunas potencias centrales ocupantes que trataban de impedir su salida por medio de la guerra, es decir, algo obviamente muy diferente de la guerra total defendida por Block.

Pero al afirmar que Rothbard «no se opone en absoluto a la guerra, y punto», Block trata de crear la impresión engañosa de que su desviación de Rothbard, entonces, es meramente una desviación menor, solamente una cuestión de grado. Diversas desviaciones de Rothbard, continúa, han sido sugeridas o propuestas antes por otros autores. Y cita (y enlaza) a este efecto varias contribuciones suyas, de Joseph Salerno, de Peter Klein y también mías, y señala que ninguna de ellas ha llevado a la exclusión de ninguno de ellos como austrolibertarios, ni el propio Rothbard los habría excluido como tales a causa de estos escritos. De hecho, Rothbard abrazó algunas de estas desviaciones (como la mía, por ejemplo), y es muy posible que hubiese considerado seriamente las otras. Así pues, Block afirma que esa debería ser también la reacción adecuada a su posición desviacionista sobre la «cuestión de la guerra», y esa también, cree él, habría sido la reacción personal de Rothbard al leer su artículo en el WSJ.

Grotesco. En todo caso, esta evaluación de Block tan solo indica que ha perdido todo sentido de mesura y proporción. Ninguno de los otros escritos «desviacionistas» mencionados por él en comparación con y como excusa y justificación de su propia posición desviacionista sobre la cuestión de la guerra es, o puede ser interpretado por cualquier tramo de la imaginación como una ruptura o renuncia a los principios fundamentales del edificio intelectual austrolibertario. Sin embargo, su llamamiento a la guerra total y sin restricciones y a la matanza indiscriminada de civiles inocentes es, de hecho, el rechazo y la renuncia total y desinhibida al principio de no agresión que constituye una de las piedras angulares del sistema rothbardiano. Creer que Rothbard habría considerado seriamente su artículo en el WSJ es sencillamente ridículo y solo indica que la comprensión que Block tiene de Rothbard no es ni de lejos tan buena como él mismo piensa que es. El Rothbard que yo conocí habría denunciado el artículo en términos inequívocos como monstruoso y considerado el mismo como una aberración y una vergüenza imperdonables.


Traducido del inglés por Oscar Eduardo Grau Rotela. El artículo original se encuentra aquí.