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Crecer para entender la Alemania contemporánea y llorar (Parte 2) | Growing to Understand Contemporary Germany and Weep – Part II

Oscar Grau has translated into Spanish Hoppe’s Growing to Understand Contemporary Germany and Weep – Part II (PFS 2022). This essay is based on a speech delivered at the Property and Freedom Society 16th Annual Meeting.

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Crecer para entender la Alemania contemporánea y llorar (Parte 2):

La OTAN americana, Alemania, Rusia y Ucrania

Basado en un discurso pronunciado en la reunión anual de la Property and Freedom Society en Bodrum, Turquía, el 18 de septiembre de 2022.

La guerra en Ucrania es el intento más reciente, dramático y violento de avanzar aún más la globalización [en el sentido globalista], la centralización y el imperialismo. El final de ella es todavía muy incierto. También es la última demostración de las élites mundiales para mostrar en particular a Alemania (pero también a Europa Occidental y la UE) quién manda. En esto están siendo apoyados por colaboradores alemanes elitistas y traidores.

Para empezar, permítanme ofrecerles una breve observación general sobre la guerra: en los conflictos violentos entre individuos o pandillas callejeras rivales, normalmente podemos distinguir claramente al agresor de la víctima, la violencia agresiva de la violencia defensiva, el mal del bien y el culpable del inocente. Sin embargo, esto es imposible en el caso de guerra o violencia interestatal: porque todos los Estados son agresores y mafias de protección, que realizan sus operaciones, ya sea ofensivas o defensivas, con medios, armas y finanzas robadas a sus propias poblaciones «protegidas»; solo piensen en las pandillas mafiosas que intentan ampliar su territorio o turba, o defenderse y protegerse de tales intentos por parte de otra pandilla similar.

Esto me lleva al siguiente primer veredicto o juicio sobre la guerra actual: todos, Biden, Putin, Zelensky, Johnson, Scholz, Macron, von der Leyen, etcétera, de hecho, todo aquel involucrado o enredado en la guerra con medios o materiales que no son suyos es un belicista malvado, y todos merecen pudrirse en la cárcel como cómplices de la muerte y la destrucción. Esto además de su agresión cometida contra sus propias víctimas nacionales residentes.

Pero esto no excluye juzgar o comparar la culpabilidad relativa de las pandillas enfrentadas en la guerra actual. Y aquí llego a un veredicto bastante claro.

No son Putin y su pandilla quienes apuntan a la dominación mundial, y que han organizado golpes e instalado tropas en Canadá o México para rodear y representar un peligro para la pandilla que gobierna Estados Unidos; para eso, Rusia es un peso ligero económico muy ligero. Rusia estaba feliz de mantener el control sobre lo que tenía (y no volverse cada vez más dependiente de la vecina China, económicamente cada vez más poderosa).

Son las pandillas gobernantes de Estados Unidos, en cooperación con sus perros falderos europeos, las que han perseguido y persiguen este objetivo de dominación mundial, y lo han dicho. Han rodeado a la Rusia de Putin —que considera decadente al Occidente de Estados Unidos y la UE, y que ha resistido los intentos occidentales de infiltración económica y cultural— con tropas de Estados Unidos (OTAN) en sus inmediaciones.

Estados Unidos y Ucrania están separados por el Océano Atlántico y la distancia entre Washington DC y Kiev es de casi 8000 kilómetros. Por otro lado, Ucrania es un antiguo miembro de la Unión Soviética y tiene una frontera directa con Rusia de más de 2000 kilómetros de largo.

Por cierto, estas observaciones también deberían ser suficientes para contrarrestar la afirmación implícita presentada por algunos autoproclamados libertarios con su pregunta retórica «¿no preferirías vivir en Estados Unidos o en Alemania antes que en Rusia?» ¿No debería estar nuestra simpatía entonces con Estados Unidos y Alemania en lugar de Rusia? ¿Y no deberíamos entonces esperar un éxito de «nuestro» bando en lugar de Rusia, cualquiera que sea el significado de «éxito» en las circunstancias actuales?

Aquí está mi réplica corta: no es Putin quien está tomando nuestra propiedad y nuestras libertades. Y con independencia del resultado final de la guerra actual, con toda probabilidad no será Putin quien lo haga en el futuro. Son nuestras pandillas gobernantes las que nos roban y esclavizan, las que ya han dado un paso adelante para hacerlo, y que con toda certeza nos reprimirán todavía más si «ganan», pero que experimentarían un gran contratiempo en su marcha hacia la dominación totalitaria si «pierden».

En todo caso, es entonces poco sorprendente que Moscú considerara la expansión de la pandilla hostil que gobierna Washington hasta Ucrania como una amenaza o provocación. Putin lo dijo repetidamente y advirtió contra tales intentos. En cambio, Moscú exigió que Ucrania se mantuviera neutral y no se uniera a la OTAN o a la UE. Esto parece eminentemente razonable. Suiza también es neutral y es el país más rico de toda Europa.

Pero los neoconservadores que dirigen el espectáculo en Estados Unidos no estaban dispuestos a razonar. A pesar de las advertencias de Putin, organizaron un golpe de Estado —una de sus infames revoluciones de color— y ayudaron a instalar una pandilla gubernamental a favor de la OTAN y la UE y en contra de Rusia —con el actual líder de la pandilla o títere principal Zelensky— y comenzaron a armar y entrenar a su ejército. Ignoraron o incluso apoyaron en secreto los ataques militares de brigadas ultranacionalistas/banderistas desde 2014 sobre sus dos provincias más orientales, predominantemente de habla rusa, que buscaban algún tipo de estatus de autonomía (especialmente después de que el ruso fuera prohibido como segundo idioma oficial).

Dado este trasfondo, parece absurdo y desprovisto de todo sentido de proporción declarar a Putin y a Rusia como los principales o incluso únicos culpables del desastre actual, solo porque él disparó el primer tiro.

En lugar de eso, el principal culpable es la pandilla gobernante en Washington: porque podría haber evitado fácilmente la matanza y destrucción actual simplemente diciéndoles a sus perros falderos ucranianos, el payaso Zelensky, que aceptaran la neutralidad y concedieran algún grado de autonomía a la región de Donbass.

Como perros falderos de Estados Unidos, habrían cedido de inmediato. Pero Estados Unidos no hizo eso, e incluso ahora, Estados Unidos podría terminar la guerra inmediatamente, si tan solo le dijeran a Zelensky y su pandilla que la guerra ha terminado y que todo el apoyo occidental se detendría mañana.

Pero no, no hay nada de eso. La OTAN americana no se involucró directamente en la guerra, después de todo, Rusia es una potencia atómica y por qué arriesgar vidas americanas (especialmente después del reciente desastre de Afganistán). En vez de eso, impusieron los boicots, sanciones y embargos económicos y financieros más serios y drásticos a Rusia. Congelaron y expropiaron los activos rusos en Occidente y suministraron a Ucrania con armas para continuar y prolongar la guerra e impedir cualquier negociación de paz. Permitieron que Ucrania fuera destruida y que los ucranianos murieran y fueran sacrificados, siempre que esto solo condujera a un debilitamiento del poder ruso, todo mientras reclamaban la superioridad moral para sí mismos, por supuesto.

Las élites políticas de toda Europa, incluidos incluso países supuestamente neutrales como Suiza y Austria, siguieron las órdenes de Estados Unidos al pie de la letra. Hasta trataron de superarse unos a otros en su afán de supuestamente ayudar enviando dinero y armas a los líderes de la pandilla del gobierno ucraniano, mientras que así realmente consiguen que se mate a más personas; tanto como se puede esperar de un grupo de perros falderos serviles.

Respecto a Alemania en particular: tenía los lazos económicos más cercanos con Rusia. Rusia es su principal proveedor de petróleo, gas y otras materias primas. A través de varios oleoductos, Rusia y Alemania están conectadas física y directamente. Alemania es el principal inversor extranjero y productor-fabricante en Rusia. Y así, nadie se vio más afectado que Alemania por las sanciones y los embargos impuestos por Estados Unidos y la UE a Rusia.

Curiosamente, estas estrechas relaciones alemanas con Rusia, particularmente la dependencia alemana del petróleo y el gas rusos, se habían basado en la simple economía: eran más baratos allí que en otros lugares, y ningún partido alemán tenía hasta entonces nada en contra de tales relaciones. Ahora, de repente, todo esto fue declarado un no no, una pifia inexcusable.

Y mientras tanto, la retirada Merkel, que hasta hace solo un año había sido aclamada casi unánimemente por la élite gobernante y los principales medios de comunicación como la más grande de los políticos alemanes —si no del mundo entero— se vio de repente bajo un ataque cada vez más agudo, incluso por parte de líderes de su propio partido.

¿No aumentó significativamente el número de oleoductos rusos durante su mandato? ¿Acaso no hablaba ruso y no se había reunido muchas veces con Putin? ¿No trabajó para la Stasi pero quizás también para la KGB? ¿Y no fue ella quien, con un gran apoyo, en particular de los verdes, cerró todos los reactores atómicos en Alemania y aumentó así la dependencia energética alemana de Rusia?

En cualquier caso, ya con Occidente al borde del desastre económico, la depresión y la estanflación debido a la expansión monetaria incomparable de la FED y el BCE, y agravada aún más por la destrucción económica causada por el confinamiento de la pandemia, la bolsa de valores se hundió, los precios de los bienes de consumo subieron a un ritmo sin precedentes y apareció la escasez de productos básicos. Y sus brillantes líderes le dijeron al pueblo alemán que tenían que apretarse el cinturón y prepararse para un poco de congelación durante el próximo invierno, para así ayudar a la pandilla de Zelensky a mantenerse caliente y seguir sacrificando a su propia población.

Por otra parte, las medidas occidentales tomadas contra Rusia tuvieron algunas consecuencias geopolíticas y estratégicas trascendentales.

Sin duda, las medidas perjudicaron a la economía rusa, pero como líder mundial en la provisión de energía y materias primas, Rusia fue capaz de reorganizar sus rutas comerciales: el flujo de petróleo, gas, trigo, etcétera fue redirigido en dirección este y sur, donde había compradores ávidos (China, India, etcétera). Después de todo, el mundo fuera de Occidente es mucho más grande que Occidente mismo. El rublo subió frente al dólar y Alemania pareció verse mucho más golpeada por las sanciones que la misma Rusia.

No obstante, desde el punto de vista de los estrategas neoconservadores de la OTAN americana, el daño económico producido, causado y hecho por las sanciones en toda Europa, pero en particular en Alemania, tuvo también algunos efectos secundarios muy bienvenidos.

Es cierto que las medidas tomadas también tuvieron algunas repercusiones económicas negativas en Estados Unidos. Pero, en general, el poder económico de Europa y la UE, y en particular de Alemania, se debilitó sistemáticamente en relación con el de Estados Unidos. Se incrementó la dependencia europea y especialmente alemana de Estados Unidos. Ahora uno tenía que comprar petróleo, gas, etcétera a precios mucho más altos de Estados Unidos en lugar de Rusia. Y el rearme militar masivo en toda Europa, y de nuevo especialmente en Alemania, que se impulsó a la par de las medidas contra Rusia, beneficiaría principalmente a Estados Unidos, como el principal fabricante de armas del mundo, y a los mejores amigos y partidarios de los neoconservadores.

Con este resultado, Estados Unidos había logrado un importante objetivo geoestratégico. Ya que, de acuerdo con una escuela de pensamiento geopolítico muy influyente, que va desde Halford Mackinder a principios del siglo XX hasta Brzezinski en nuestro propio tiempo, quien sea, cualquier poder o poderes, que lograra el dominio del continente euroasiático, el corazón del mundo, obtendría de ese modo indirecta y esencialmente también el dominio sobre el resto del mundo. Y para impedir que esto sucediera y preservar la supremacía angloamericana, entonces, se debía evitar que surgieran tales poderes.

Y el único peligro, la única amenaza potencial en este sentido para la supremacía americana vendría o podría venir de una alianza entre Alemania y Rusia, que, en consecuencia, tenía que ser socavada por todos los medios.

Y esto, de hecho, se había logrado con la guerra en Ucrania y sus consecuencias políticas. Ya no había peligro de una alianza o cooperación entre Rusia y Alemania (¡como sería económicamente sensato y de beneficio mutuo!) en el futuro previsible.

Esta victoria de la alianza angloamericana de larga data también podría explicar la actitud de más beligerante de Johnson.

Entre las élites políticas alemanas corruptas, estúpidas y de cerebro lavado y los principales medios de comunicación, no ha habido, como era de esperar, ningún reconocimiento o conciencia de nada de esto. Y si alguien lo mencionó o insinuó en absoluto, era denunciado como un teórico de la conspiración.

En cambio, con el fin de distraer, pacificar y consolar al público de las dificultades económicas que deben sufrir, como consecuencia de que Alemania tomara órdenes y siguiera la guía de Estados Unidos, los súper líderes de la pandilla máxima, la élite política y los principales medios de comunicación en Alemania se han comprometido y están, casi al unísono, en una campaña abierta de «odio a Rusia, a todos los rusos y todo lo ruso».

Por supuesto, había leído y oído antes sobre campañas de odio similares, aquí o allá. Históricamente, no son nada nuevo. Pero personalmente nunca había experimentado nada como esto. Estaba conmocionado y disgustado por lo que estaba sucediendo.

Los productos fabricados en Rusia eran retirados de los estantes de tiendas y los ingredientes, condimentos, bebidas y platos con nombres rusos eran renombrados. Los restaurantes se negaban a servir a los rusos. Vecinos sacaban a la luz propiedades de rusos y las denunciaban a las autoridades para una posible confiscación. Se cancelaban las actuaciones de música y ballet rusos. Se eliminaba la literatura rusa de varios planes de estudios. Se revocaban invitaciones permanentes a atletas, artistas, académicos y clubes y asociaciones cívicos rusos. El director titular de la Filarmónica de Munich, el ruso Valery Gergiev, fue despedido porque no se apresuró a condenar de inmediato a Putin. Y todos los compromisos de la mundialmente famosa cantante de ópera Anna Netrebko eran cancelados, porque una vez dijo algunas cosas lindas sobre Putin y le estrechó la mano repetidamente.

Tan solo compare esto con la reacción del público en respuesta a las guerras conducidas por Clinton, Bush, Obama o Biden.

De cualquier manera, esta histeria antirrusa fue el resultado de una propaganda de mentiras escandalosamente unilateral, realmente perversa y retorcida, difundida por las élites políticas alemanas y los principales medios de comunicación, con los verdes, ahora parte del gobierno alemán, a la cabeza.

Habiendo comenzado una vez como una especie de pacifistas de haz el amor y no la guerra y partidarios del desarme universal, pero luego cuidadosamente examinados, seleccionados y cortejados por los diversos grupos internacionalistas y elitistas mencionados anteriormente (Foro Económico Mundial, Bilderberger, etcétera), el liderazgo verde se había dado vuelta convirtiéndose en los belicistas más belicosos, dementes y delirantes, para no ser superados por ningún otro partido. El partido más moderado dentro del gran coro alemán de belicistas es el SPD.

Putin fue presentado en los medios de comunicación como un déspota trastornado, que representaba el mayor peligro para la paz mundial. Se suponía que su ataque a Ucrania en particular no tenía justificación alguna. Se decía que era la expresión de ambiciones imperialistas y de la sed total de poder. Raramente había alguna mención, si la hubo alguna vez, de la historia previa de la guerra. Y hablar de provocaciones de la OTAN americana significaba anatema. Ucrania fue retratada como una parte completamente inocente, una virgen violada por una Rusia completamente malvada.

Tampoco había mención del hecho de que, independientemente de lo que uno pudiera pensar sobre la guerra, Ucrania no era miembro de la OTAN ni de la UE y, por lo tanto, Rusia no había iniciado ni declarado la guerra contra la OTAN o la UE. De hecho, en lo que respecta a la OTAN y los países de la UE, Rusia cumplía plenamente con todos los acuerdos bilaterales o multilaterales y estaba dispuesta a cumplir con todas las obligaciones contractuales relacionadas con la entrega de petróleo, gas, carbón, etcétera, etcétera.

Al contrario: la guerra fue esencialmente declarada por Estados Unidos y sus vasallos contra Rusia, en virtud de sus sanciones y embargos y sus entregas de armas y equipo militar a Ucrania (incluso sin considerar el hecho de que no se enviaron soldados).

Y las consecuencias económicas, las penurias sufridas en Alemania y Europa como resultado de estas medidas son, entonces, exclusivamente la culpa de Occidente. Pero ni una palabra de eso.

Por tanto, en cuanto a la conducción de la guerra en sí: nunca ha habido una guerra sin destrucción, muerte y atrocidades. Y ciertamente no es mi intención menospreciar los crímenes cometidos por Rusia. Día tras día, los medios de comunicación occidentales informaron sobre ellos extensamente y con aparente entusiasmo.

Sin embargo, en todos sus reportajes, los medios alemanes siempre siguieron estrictamente la narrativa contada por la pandilla del gobierno ucraniano, de Zelensky y sus portavoces, y rara vez, si es que alguna vez, se analizó o se puso en duda la veracidad de esta narrativa, como es especialmente necesario en todas y cada una de las guerras.

La afirmación de Zelensky, por ejemplo, de que Rusia estaba involucrada en algún tipo de genocidio, se repitió una y otra vez en los medios de comunicación occidentales sin que nadie increpe nada, aunque era obviamente falsa. Si Rusia hubiera librado su guerra contra Ucrania de la misma manera que Estados Unidos libró su guerra contra Irak, por ejemplo, podía haber bombardeado Kiev, Odessa y Lemberg (Lwiw) fácilmente hasta los cimientos y convertirlos a todos en escombros, con cientos de miles de víctimas civiles.

Pero a diferencia de Estados Unidos en Irak, que hizo precisamente eso, Rusia en realidad trató de minimizar las bajas de civiles no combatientes y restringir sus ataques a objetivos militares. No obstante, estos intentos fueron en gran medida anulados, socavados y contrarrestados por las órdenes militares de la pandilla de Zelensky de tomar como rehén a su propia población civil, para usarla como escudos humanos y retirarse y esconderse en instalaciones civiles, tales como escuelas y hospitales, por ejemplo, para maximizar la indignación occidental por la barbarie rusa.

Asimismo, se demuestra que la acusación de Zelensky de genocidio ruso cometido contra los ucranianos es simplemente absurda, porque la mayoría de las operaciones de combate tuvieron lugar en la región de Donbas, donde se habla mayormente ruso y que había declarado su secesión e independencia de Ucrania. Y allí, el propio ejército ucraniano estaba afanosamente ocupado en la matanza de otros ucranianos, una forma bastante extraña de genocidio.

Mientras tanto, los medios de comunicación vilipendiaban, denunciaban y condenaban a Rusia y, en particular, a Putin. Los mismos medios en Alemania (y en otras partes de Occidente) elogiaban y saludaban a Ucrania y Zelensky hasta los cielos. Y eso a pesar de que el mismo medio hace apenas un par de años había presentado una imagen muy diferente de ellos. Pero aparentemente siempre puedes confiar en el hecho de que la memoria histórica de la mayoría de la gente no se remonta más allá de unas pocas semanas o meses.

Ucrania era ahora presentada como un bastión de Occidente y de los valores occidentales. Lo que sea que se suponga que signifique eso hoy en día, excepto la adopción del culto del género, el antirracismo, la antidiscriminación y el LBGQT. Mientras que, en verdad, en el mejor de los casos, partes del oeste de Ucrania, que durante mucho tiempo habían sido parte del imperio austrohúngaro o de Polonia, podrían describirse como algo occidentalizadas.

No obstante, que también Ucrania estuviera clasificada entre los países más corruptos del mundo, al mismo nivel que Rusia o incluso peor, había dejado de ser algo digno de mención.

Tampoco valía la pena mencionar en los medios de comunicación que Ucrania era económicamente un caso perdido. De hecho, desde la independencia de Ucrania, hace unos 30 años, su desempeño económico ha sido el peor de todas las ex repúblicas y países satélites soviéticos. El PIB per cápita de Ucrania era solo alrededor de un tercio del de Rusia. Estaba clasificado muy por debajo de Bulgaria, la mismísima casa pobre de la UE, e incluso era superada por Albania. Hurra, había otro cliente potencial para el pagador alemán.

En cuanto al payaso judío profesional Zelensky, los medios lo presentaron como un salvador y un héroe, una figura casi como la de Jesús. Se le dio tiempo casi ilimitado para mostrar sus habilidades de actuación en la televisión occidental, en todo tipo de lugares y ocasiones, incluido el festival de cine de Cannes.

La mayoría de los líderes de pandilla de gobiernos occidentales se sintieron obligados a emprender alguna forma de peregrinaje a Kiev con el fin de tomarse una selfie con esta maravilla humana. Johnson, Macron, Draghi, Scholz, y la lista continuaba sucesivamente. De hecho, en el caso de algunas peregrinas, como Ursula von der Leyen, jefa de la comisión de la UE, y Annalena Baerbock, ministra verde de asuntos exteriores en Alemania, tuve la impresión de que Zelensky incluso les sirvió de inspiración para algunos sueños húmedos. Pero tal vez era eso exactamente lo que la Baerbock verde (calentona) quería decir con llevar a cabo una «política exterior feminista».

El verdadero Zelensky era y es alguien completamente diferente. Esto era bien sabido antes del estallido de las violentas conflagraciones actuales, pero desde entonces parece haber sido olvidado, ignorado o suprimido por los medios de comunicación occidentales.

Si bien fue electo en una plataforma anticorrupción y de paz con Rusia y las dos provincias orientales que buscan la autonomía, conforme a los acuerdos de Minsk (firmados por Ucrania, Rusia, Alemania y Francia), Zelensky, para convertirse en un verdadero político, desmintió y traicionó sus promesas desde el principio.

De hecho, toda la carrera de Zelensky, primero como actor y luego como actor convertido en político, fue un ejercicio de corrupción. Su principal patrocinador y titiritero, el multimillonario Ihor Kolomoysky, un compañero judío y uno de los oligarcas más influyentes de Ucrania y de los mayores beneficiarios de la corrupción galopante de Ucrania. En 2021, Estados Unidos lo incluyó en su lista de personas sancionadas y congeló sus activos americanos. Ahora vive en Israel.

Curiosamente, Kolomoysky también era el principal propietario de Burisma, el holding petrolero ucraniano que pagó al drogadicto Hunter Biden, hijo del somnoliento y horripilante Joe Biden, entonces vicepresidente de Estados Unidos, la moderada suma mensual de 50 mil dólares por no hacer nada en particular más que proporcionar «conexiones».

Como revelaron los llamados Pandora Papers, descubiertos en 2021, Kolomoysky le había pagado a Zelensky a lo largo de los años unos 40 millones de dólares para apoyar su carrera televisiva. Y una vez que la carrera política de Zelensky había comenzado a despegar, Kolomoysky había canalizado sumas de cientos de millones, a través de varios canales, a varias cuentas en el extranjero y las invirtió en bienes raíces en Londres y Miami como sobornos al clan Zelensky, en nombre de sus hermanos y las esposas de Zelensky.

Y apuesto a que el buen hombre también se llevará una buena tajada ahora de los miles de millones de ayuda financiera occidental que fluyen actualmente hacia Ucrania.

Por lo tanto, una vez que el sacrificio del pueblo ucraniano por parte de Zelensky llegue a su fin, al menos se ha cuidado su cómoda jubilación y la de su familia.

Suficiente de la cruzada anticorrupción Z. Y en cuanto al amor de Zelensky por la paz y la libertad, el panorama no se ve nada mejor.

En verdad, hizo un breve intento de pacificar la región de Donbas. Pero tan pronto como se encontró con la oposición hostil de las diversas bandas, regimientos, batallones militares o paramilitares de ultranacionalistas, etcétera, que se habían armado en la región para luchar y combatir a los secesionistas amigos de Rusia —la más infame de estas bandas, el denominado batallón Asow (¡fundado y financiado por Kolomoysky!), que haría su última resistencia en la fábrica de acero Asowstal en Mariupol, propiedad del antirruso Rinat Ahmatov, el más rico de todos los oligarcas ucranianos— Zelensky cedió para mantener su control sobre el poder.

De hecho, incorporó a estos grupos ultranacionalistas al ejército regular y los ayudó para infiltrarse sucesivamente y hacerse cargo gradualmente de todo el aparato de seguridad ucraniano.

Luego, tan pronto como comenzó la invasión rusa, prohibió a todos los hombres entre 18 y 60 años salir del país. Fueron así tomados como rehenes y condenados a luchar, así lo quisieran o no.

Esto, mientras los oligarcas ucranianos permanecieron libres, por supuesto, deambulando por Europa, y mientras tanto los rusos aún podían viajar libremente al extranjero y tomar sus vacaciones donde todavía fueran bienvenidos.

Además, todos los opositores internos y las fuerzas de oposición fueron calificados como colaboradores rusos hostiles y silenciados mediante amenazas, encarcelamiento o incluso asesinato. El predecesor de Zelensky como presidente, Petro Poroshenko, quien no es amigo de Rusia, fue acusado de traición. Se prohibieron todos los partidos de oposición. Se cerraron todos los medios que se atrevieran a desviarse de la narrativa oficial del gobierno, y las personas que mostraran cualquier simpatía prorrusa fueron humilladas públicamente, maltratadas o incluso asesinadas.

Hasta aquí de Jesús Zelensky.

Ahora estoy llegando gradualmente a una conclusión: por supuesto, al extenderme sobre Ucrania y Zelensky hasta cierto punto, no ha sido mi propósito blanquear a Putin o excusar ninguno de sus crímenes. Como se enfatizó anteriormente, toda guerra interestatal es un conflicto de pandillas criminales rivales respecto a «su» territorio.

Mi intención, más bien, fue enderezar y corregir la distorsión y el desequilibrio sistemáticos creados y presentados en la narrativa occidental sobre el conflicto actual. Y demostrar la absoluta depravación de la élite gobernante alemana (y no solo alemana) al declarar su solidaridad incondicional con la pandilla gobernante de Ucrania y enviarles tanto dinero y armas «como sea necesario». Dinero y armas que no son de ellos, sino que fueron robados y confiscados de su propia gente, y que tendrán que ser pagados por su propia gente mediante una inflación y un empobrecimiento masivos, mientras ellos mismos siguen viviendo a lo grande.

Y ellos están enviando todo este botín a una pandilla criminal extranjera que ha propiciado todo el desastre sobre sí misma, o más bien sobre su población, al escuchar a la pandilla criminal que dirige la política exterior de la OTAN americana. Una pandilla que —como se demostró una y otra vez, en Vietnam, en Irak, en Siria, Libia, etcétera, etcétera— no se preocupa ni un ápice por la población ucraniana y su bienestar, sino que solo está interesada en la expansión y extensión de su propio territorio y está dispuesta a aceptar tantas muertes y destrucción ucranianas «como sea necesario» para acabar o al menos desangrar y debilitar mortalmente a Rusia como uno de los dos únicos obstáculos principales que quedan en su marcha hacia la dominación mundial definitiva.

Por otro lado, mi intención fue demostrar cómo, después de las crueldades cometidas por las élites gobernantes en Alemania contra su propia población durante más de dos años, durante la llamada pandemia de covid fabricada o elaborada artificialmente, sin un final a la vista aún, esta misma pandilla, en una combinación de cobardía e imprudencia, ha llevado a Alemania, y a toda Europa con ella, al borde de una Tercera Guerra Mundial.

Incluso si la pandilla del gobierno alemán no hubiera sido capaz de impedir la invasión rusa de Ucrania, lo cual es dudoso en sí mismo, ciertamente habría podido desescalar las conflagraciones actuales y llevarlas mucho más rápido a un final, si tan solo hubiera mostrado un poco de firmeza frente a sus amos americanos y, como Orban y la pequeña Hungría, se hubiera abstenido de su política de sanciones y embargos incondicionales contra Rusia.

Como el poder económico dominante de Europa, y posiblemente en cooperación con Francia, esto habría detenido el tren de la salsa militar-financiera aún en curso en la dirección de Zelensky de la UE y todos sus miembros en seco. Zelensky y su pandilla gobernante habrían sido probablemente derrocados con rapidez; incluso antes del estallido del conflicto actual, su popularidad ya había caído de más del 70% inicial a alrededor del 20%. Ucrania habría tenido que dejar ir a sus dos provincias orientales y reconocer a Crimea como parte de Rusia y aceptar para sí misma el estatus de país neutral y desmilitarizado. ¿Qué demonios estaba tan mal en eso? ¿Y en qué mundo eso habría lastimado o dañado los intereses alemanes?

Pero no, tan pronto como los sospechosos habituales en Estados Unidos entonaron la vieja y fastidiosa canción de la incomparable culpa histórica alemana, y resonó en Polonia y otros territorios del este, todas y cada una de las dudas iniciales fueron dejadas atrás, y las élites políticas alemanas, junto con los medios de comunicación, se alinearon rápidamente y demostraron o revelaron su condición de perros falderos obedientes y serviles.

Y todo el desfile de asalariados, ilusos y bribones, tontos, farsantes y estafadores está encabezado por los verdes alemanes, cuyo liderazgo presenta a los peores personajes de la historia en llegar a la cima política de la Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial. Son los más ignorantes y los menos logrados y, aun así, al mismo tiempo, los más seguros de sí mismos, los más fanáticos y más megalómanos de todos los tiempos y, por ende: los más peligrosos.

De esta manera, Alemania está dirigida por personas que intentan poner a su país en un curso de desindustrialización y en una edad de piedra intelectual, así sea una nueva era climática, étnica, de raza y de género neutro, y políticamente correcta, un mundo al estilo de John Lennon, sin ningún país, sin religión y sin posesiones.

Y estas criaturas son consideradas los líderes políticos más populares por la mayoría del público alemán.

¿Qué puedes decir a todo esto? Yo, por mi parte, sólo puedo llorar.

Para la parte 1, click aquí.


Traducido del inglés por Oscar Eduardo Grau Rotela. Aclaraciones en corchetes del traductor. El material original se encuentra aquí.

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